Las elecciones municipales de fines del 93 ratificaron la mayoría del MNR. Lo más destacado fue el mal resultado para el MIR (9,3 %) y la ADN (11,4%), al punto que el jefe adenista Hugo Banzer renunció a la jefatura de su partido un mes antes del proceso electoral, previendo el resultado. Se pensó que sería el retiro definitivo de Banzer, pero los hechos políticos lo desmintieron. Por el contrario, en 1997 fue elegido Presidente Constitucional.
La Central Obrera Boliviana, dirigida por Juan Lechín Oquendo, basó su lucha en un salarialismo a ultranza (salario mínimo con escala móvil) y una oposición radical a la política oficial. Con el marbete de “proimperialista y fondomonetarista”, el gobierno se vio pronto acorralado y no pudo aplicar correctivos siempre rechazados por los dirigentes de los trabajadores. A pesar de ello, se ensayaron dos modalidades de administración directa de obreros y campesinos con el gobierno, la Co-gestión obrera mayoritaria en COMIBOL y CORACÁ (Corporación Agraria Campesina) manejada por la CSUTCB para la comercialización c e productos agrícolas.
En esos años se produjeron más de un millar de huelgas, cuatro de ellas generales, de 4, 7, 9 y 16 días (esta última la más larga de la historia). Se vivieron también extremos, como el paro por 51 días de las actividades del Banco Central. Las cosas llegaron a un punto tal que los dirigentes sindicales (cuya cabeza era Miguel Ángel Quintanilla) del banco enviaron una carta al FMI, indicando que no acatarían ni ejecutarían ninguno de los acuerdos a los que llegase el ministro de Finanzas de Bolivia con esa institución que dependiera de operaciones o gestiones del Banco Central. Se cortó el agua y la luz al palacio de gobierno y la residencia presidencial (en estas medidas irracionales tuvieron mucho que ver los irresponsables dirigentes de los empleados públicos, entre ellos (Dante Pino), con lo que las cosas llegaron al desquiciamiento.
La COB, igual que en 1971, no aceptó participar en el gobierno y exigió la aplicación de su plan de emergencia que en esencia radicalizaba el control estatal del comercio exterior, pedía la nacionalización de la banca y la economía en general, además de negarse en redondo al pago de la deuda externa.
El punto culminante fueron las llamadas “Jornadas de Marzo” de 1985 12.000 mineros tomaron literalmente la sede de gobierno, paralizándola por completo por más de una semana y presionando sin éxito para la renuncia definitiva de Siles. Fue el punto más alto de un sindicalismo que creyó equivocadamente que estaba en los umbrales de la toma del poder. Esta percepción equivocada llevó a los trabajadores a un punto parecido al de 1971, presionar a un gobierno débil pidiéndole lo imposible con lo que contribuyeron a la caída del gobierno (reducción de un año de su mandato constitucional) y en este caso a algo más, a la inviabilidad de un modelo que no sólo cayó en el agotamiento sino en el descrédito interno y externo, lo que abrió las puertas para una nueva política económica aplicada con ortodoxia y sin gradualismo.