Las elecciones municipales de fines del 93 ratificaron la mayoría del MNR. Lo más destacado fue el mal resultado para el MIR (9,3 %) y la ADN (11,4%), al punto que el jefe adenista Hugo Banzer renunció a la jefatura de su partido un mes antes del proceso electoral, previendo el resultado. Se pensó que sería el retiro definitivo de Banzer, pero los hechos políticos lo desmintieron. Por el contrario, en 1997 fue elegido Presidente Constitucional.
El país siguió sin cumplir las sugerencias de la ONU de realizar un censo cada diez años, la responsabilidad que le correspondía a la gestión anterior fue postergada por la grave crisis económica. El gobierno de Paz Zamora encaró finalmente tan importante tarea.
De acuerdo al censo realizado en junio de 1992 Bolivia tenía 6.420.792 habitantes, 1.807.306 más que en 1976, un crecimiento del 28 % (2,11 % de crecimiento intercensal, casi idéntico al 2,05 % que se dio entre 1950 y 1976). El complejo urbano La Paz-El Alto se mantuvo como el mayor conglomerado urbano del país, con una población de 1.118.870; por primera vez un centro urbano pasaba del millón de habitantes, duplicando su población en relación a 1976. Santa Cruz mantuvo un crecimiento sostenido y con 697.278 almas triplicó su población del 76. La tercera ciudad fue Cochabamba con 515.695 habitantes en su área metropolitana, algo más del doble que en 1976. Oruro con 183.422 personas creció apenas un 31 % y Sucre desplazó a Potosí con 131.769 habitantes, un crecimiento notable más que duplicando su población.
El rasgo más evidente de estos datos fue el vuelco de la población del occidente al oriente. La seria depresión económica producida por la caída de precios de minerales y el desmantelamiento de la minería estatal llevó a grandes procesos migratorios el departamento de Potosí perdió población por primera vez en la historia republicana (0.12 % ) y Oruro creció apenas 0.58 %, mientras que Santa Cruz creció en un 4.16 % y Beni un 3.16 %. Potosí, Oruro, Chuquisaca y La Paz eran departamentos que expulsaban población. Por primera vez un censo reflejó mayor población urbana que rural, 57,5 % de los habitantes vivían en ciudades, mientras que el 42,5 % vivían en el campo, exactamente al revés que en 1976. La tendencia seguía abriendo la brecha en favor del área urbana. El analfabetismo siguió disminuyendo, en 1992 el porcentaje era del 20 %, una mejora de casi 17 puntos en relación al 36, 8 % de 1976. Mientras en 1976 el 78,8 % hablaba castellano (y en muchos casos además del quechua, aymara o guaraní), en 1992 ese porcentaje subió al 87,4 %. El 34 % tenía al quechua como lengua materna y el 23,5 % el aymara.
Bolivia era un país mayoritariamente joven, el 60,15 % de la población era menor de 25 años. La mortalidad infantil en menores de un año pasó de 151 niños muertos por cada mil en 1976 a 75. Si bien fue un logro positivo, el país seguía entre los de mayor índice de mortalidad infantil en el hemisferio occidental.