El Presidente Morales a través de su mayoría parlamentaria y tras una difícil negociación con Podemos, aprobó la convocatoria a elecciones para la Asamblea Constituyente que debía elegir 255 constituyentes y realizar el referéndum sobre autonomías. La ley indicaba que la única tarea de la Asamblea era aprobar una nueva Constitución en un tiempo máximo de un año, que sería sometida para su aprobación a un referéndum popular. La Constitución debía ser votada por dos tercios de los asambleístas.
Las elecciones municipales del 4 de diciembre confirmaron que el país había decidido sepultar a la vieja política y a los viejos partidos. Por primera vez desde 1987, el gobierno no presentó candidatos a los municipios. Se aplicó la reforma constitución que eliminó el monopolio de partidos, lo que permitió a las agrupaciones ciudadanas e indígenas la presentación de candidaturas. Casi 450 organizaciones se presentaron a estos comicios. Esto produjo inevitablemente una dispersión del voto. El MAS (Movimiento al Socialismo) se convirtió en la primera fuerza política nacional, pero obtuvo apenas el 17,4 % de los votos. Los partidos tradicionales cayeron de modo estrepitoso, el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) obtuvo 6,5 %, MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) 6,1 %, NFR (Nueva Fuerza Republicana) 2,7 % y ADN (Acción Democratica Nacionalista) 2,3 %.
Siguiendo estos resultados casi todos los partidos políticos tradicionales estaban al borde de la desaparición, mientras en el Congreso controlaban la mayoría absoluta, una verdadera ironía. La mayoría de las alcaldías de las diferentes regiones de nuestro país fueron ganadas por agrupaciones ciudadanas, organizaciones nuevas que mostraron la decisión del electorado de darle la espalda a la vieja política.