Gobierno Mesa Gisbert 2003-2005

Cuando Carlos D. Mesa Gisbert juró el cargo presidencial la noche del 17 de octubre de 2003, todavía se vivía una incertidumbre muy grande en torno a sus posibilidades de pacificar el país. Estaba claro que en ese octubre se había producido un quiebre histórico irreversible. Una forma de hacer política moría y debía nacer otra, pues las relaciones estado-sociedad estaban rotas. Una larga factura histórica debía ser pagada por unas élites que no pudieron responder a sus desafíos históricos.

En su discurso inaugural el Presidente estableció la agenda que buscaba solucionar la crisis política del país. Destacó la necesidad de una paz anclada en el respeto a los derechos humanos y a la vida como valor fundamental. Se comprometió a convocar un referéndum vinculante sobre el gas, a cambiar la ley de hidrocarburos vigente y a convocar a una Asamblea Constituyente. Bolivia estaba frente a una crisis de estado, no de gobiernos, por ello era necesario un nuevo pacto social. La Asamblea era la única respuesta pacífica a una confrontación nacional que amenazaba con una guerra civil. Decidió hacer un gobierno sin partidos políticos con la tarea de luchar contra la corrupción y de practicar austeridad, dada la crisis económica heredada.

El 18 en la mañana se trasladó a El Alto y allí, ante una multitud tensa y acongojada, comprometió justicia y pidió un desarme espiritual y material de todos. Este gesto fue altamente valorado y logró la pacificación en El Alto, La Paz y el país.

Se rodeó de un gabinete de independientes, con poca o ninguna experiencia política, pero de gran prestigio personal y alta calificación profesional. De igual modo, los prefectos de departamento respondían a un perfil apolítico y altamente calificado. Creó el ministerio de Asuntos Indígenas y las delegaciones presidenciales de Lucha contra la Corrupción, Tierras, Desarrollo Institucional y Asuntos Parlamentarios. En un año y ocho meses de gestión posesionó tres gabinetes.

Dada su independencia partidaria, gobernó sin parlamentarios y muy pronto con el legislativo en contra. A principios de 2005 se intentó estructurar una bancada oficialista en diputados y senado, llamada de “transversales”, que no logró fortalecerse por la indecisión del Presidente que no quiso formar una organización política propia.

Su gobierno enfrentaba una situación económica crítica. A pesar de que terminó la contracción del periodo 1999-2002, el déficit fiscal a septiembre de 2003 era de 8,1 %.

La primera acción internacional fue la exitosa realización de la XIII Cumbre Iberoamericana en Santa Cruz de la Sierra, con presencia de casi veinte jefes de estado y gobierno, donde Bolivia demostró que a pesar de la terrible crisis, estaba de pie y en paz. En diciembre de 2004 en Cuzco, firmó junto a sus colegas sudamericanos el acta de creación de la Comunidad Sudamericana de Naciones, que nacía en un momento de crisis de la CAN y el Mercosur. La nueva comunidad jugaba un rol articulador de la energía y la infraestructura física, como motores de integración.

Una de las tareas que el gobierno heredó fue revertir la decisión de Estados Unidos de no incluir a Bolivia en las negociaciones para un tratado de libre comercio con los países andinos. Mesa Gisbert no logró integrar al país en esa negociación, que tenía fuerte resistencia interna.

Cumpliendo el mandato de la ley se desarrolló el Diálogo Nacional Bolivia Productiva en el que participaron casi 70.000 personas, desde el nivel local hasta el nacional. Muchas de las propuestas generadas allí se convirtieron en políticas de estado.

En la línea de recuperación de la memoria histórica del país, el Presidente apoyó e inauguró la construcción del edificio del Archivo Nacional de la Minería en El Alto, institución organizada y dirigida por Edgar “Huracán” Ramírez, ex dirigente minero.

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El Presidente Morales a través de su mayoría parlamentaria y tras una difícil negociación con Podemos, aprobó la convocatoria a elecciones para la Asamblea Constituyente que debía elegir 255 constituyentes y realizar el referéndum sobre autonomías. La ley indicaba que la única tarea de la Asamblea era aprobar una nueva Constitución en un tiempo máximo de un año, que sería sometida para su aprobación a un referéndum popular. La Constitución debía ser votada por dos tercios de los asambleístas.

El proceso electoral de diciembre fue distinto a los anteriores Los viejos partidos llegaban deslegitimados, ya habían sido derrotados en las municipales de 2004. La candidatura de Evo Morales del MAS, acompañado por Álvaro García Linera intelectual ex miembro del EGTK, representaba la insurgencia indígena, la recomposición de la izquierda y la acumulación del sindicalismo cocalero y gremial.

En un afán de demostrar buena voluntad con el legislativo, el Primer Mandatario aceptó la imposición del presidente del Senado de desplazar al comandante del ejército César López rompiendo la institucionalidad y le negó a esa fuerza, como correspondía, el Comando en Jefe de las FF.AA. En cambio, nombró comandante de ejército a Marcelo Antezana, fuertemente ligado al MNR, que había sido reiteradamente acusado de vínculos con quienes desestabilizaron al gobierno de Mesa Gisbert. Antezana tuvo mucho que ver con el problema de los misiles.

Un conjunto de circunstancias muy particulares llevaron de manera inesperada a Eduardo Rodríguez a la primera magistratura del país. Nunca antes el mecanismo de sucesión constitucional había llegado hasta el Presidente de la Corte Suprema.

Nació en Cochabamba el 2 de marzo de 1956. Estudió derecho en la Universidad Mayor de San Simón. Obtuvo el título de Abogado en 1981. Cursó una maestría en Administración Pública por la Escuela de Gobierno J. F. Kennedy de la Universidad de Harvard, EE.UU. en 1988. Prestó servicios como subcontralor de la Contraloría General de la República y fue Asesor General del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto en el primer gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.

El entrabamiento sistemático a la gestión gubernamental por parte del Congreso, el enfrentamiento entre el Presidente y los legisladores, la presión de sectores radicales de izquierda y derecha con la cuestión de la nacionalización de los hidrocarburos y las autonomías como banderas, colocaron al gobierno en un punto de extrema dificultad que estalló cuando Evo Morales, que había mantenido una posición ambigua de apoyo en bajo perfil y crítica dura según el caso, decidió lanzarse a la oposición abierta.

En los diez años anteriores los gobiernos bolivianos habían decidido bajar el perfil de la demanda marítima, convencidos de que los acuerdos económicos con Chile terminarían por solucionar el problema. Esa lógica no consiguió ningún avance en la cuestión marítima, solo la oferta de una zona franca en territorio chileno, que lo que quería era garantizar el abastecimientos del mercado chileno con gas boliviano, el verdadero objetivo de Santiago.