La precariedad del régimen militar se agudizó con las manifestaciones callejeras. Las ambiciones de sus ministros habían ya condenado al gobierno. A principios de abril el titular de Gobierno, Antonio Seleme, el más audaz de los ministros conspiradores, tomó contacto con la oposición, particularmente con el MNR (Siles Zuazo, Lechín), partido al que Seleme incluso juró, y con FSB (Únzaga). El ocho, una reunión del ministro con un joven dirigente falangista terminó con la salida de Falange del golpe, por discrepancias de programa y eventual distribución de cargos.
El reconocimiento que por primera vez en su historia hacía el estado de los indígenas del país como interlocutores válidos, es el que le dio verdadera trascendencia a este encuentro que nació por iniciativa de dirigentes campesinos como Francisco Chipana Ramos (conocido como el Rumisonko, término quechua que en castellano quiere decir corazón de piedra), que se acercaron a Villarroel y le pidieron la realización de un congreso indígena. En mayo de 1945 una gran marcha campesina llegó a La Paz (desde varios puntos del país y conformada por varias etnias, incluso algunas del oriente). El 13 de mayo se inició el congreso en medio de la hostilidad de los sectores conservadores y particularmente de los terratenientes, que veían con muy malos ojos el encuentro.
En esa ocasión se abolió el régimen del pongueaje (servicio gratuito y obligatorio de trabajo del colono en favor del hacendado), el mitanaje y todo sistema esclavista, se autorizó la libre circulación de los indios por las calles de las ciudades (restringido hasta entonces), pero no se tocó el tema del régimen de la tierra. Fue, sin duda, un hito fundamental de reconocimiento de una mayoría a la que el estado no había siquiera escuchado en el pasado.