La precariedad del régimen militar se agudizó con las manifestaciones callejeras. Las ambiciones de sus ministros habían ya condenado al gobierno. A principios de abril el titular de Gobierno, Antonio Seleme, el más audaz de los ministros conspiradores, tomó contacto con la oposición, particularmente con el MNR (Siles Zuazo, Lechín), partido al que Seleme incluso juró, y con FSB (Únzaga). El ocho, una reunión del ministro con un joven dirigente falangista terminó con la salida de Falange del golpe, por discrepancias de programa y eventual distribución de cargos.
En la segunda mitad de los treinta los grandes mineros habían ya consolidado verdaderos imperios económicos. Sus intereses trascendían largamente Bolivia, pero mantenían su fuerte influencia sobre el país. La situación de la producción no era ya la de las dos primeras décadas del siglo. La producción había sufrido el impacto del "crack" del 29, las cuotas restrictivas del Consejo Internacional del Estaño y la caída de la ley de mineral de los yacimientos (menos cantidad de mineral fino por tonelada extraída), afectaron a la industria. A pesar de ello, el precio en el período 1936-1939 fluctuó entre un mínimo de, 181 libras por ton. y un máximo de 242. La producción tuvo un nivel mínimo de 24-461 toneladas y un máximo de 27.916.
En este panorama llegó la decisión de Busch. El 7 de junio de 1939 dictó el decreto por el cual el 100 % de las divisas obtenidas por exportaciones de minerales debían ser entregadas al estado, que cambiaría los dólares o libras en bolivianos y les entregaría el equivalente en moneda nacional. El gobierno podía así jugar a través de la diferencia de cambio, multiplicando tres o cuatro veces los ingresos fiscales. Había incrementado además los impuestos a los mineros hasta un 25 % sobre el valor de exportaciones. Esta política fue muy beneficiosa para el tesoro y marcó el punto más duro de las relaciones gobierno mineros desde el ascenso del estaño a principios de siglo. Fue también una de las razones que movió al poder del superestado para forzar un viraje político que se produjo después de la muerte de Busch.
