La precariedad del régimen militar se agudizó con las manifestaciones callejeras. Las ambiciones de sus ministros habían ya condenado al gobierno. A principios de abril el titular de Gobierno, Antonio Seleme, el más audaz de los ministros conspiradores, tomó contacto con la oposición, particularmente con el MNR (Siles Zuazo, Lechín), partido al que Seleme incluso juró, y con FSB (Únzaga). El ocho, una reunión del ministro con un joven dirigente falangista terminó con la salida de Falange del golpe, por discrepancias de programa y eventual distribución de cargos.
Los requerimientos norteamericanos e ingleses de una provisión adecuada de estaño en tiempo de guerra, impulsaron la firma de un acuerdo con los productores. En 1940 la Metal Reserve Company de EE.UU, firmó el compromiso de provisión con Bolivia a un precio de 48,5 cts. de dólar por libra fina (medida que se impondría a diferencia de la cotización anterior hecha en libras esterlinas por tonelada). Inicialmente este convenio incrementó la producción del país que atravesaba una baja. Al poco tiempo, el precio no respondió al del mercado mundial y los costos de producción en el país subieron en más de un 20 % (por el aumento de insumos importados y la política cambiaría del gobierno). Recién en junio de 1942 se cambió el precio a 60 cts. por libra fina. A pesar de que las minas de Malaya habían sido controladas por Japón, EE.UU. no aceptó aumentar la cotización, menos todavía después del golpe de Villarroel. Los 60 cts. se mantuvieron inalterables hasta el fin de la guerra, marcando un evidente daño sobre la economía exportadora de Bolivia. No se exagera si se dice que Bolivia subvencionó los precios en aras de garantizar el abastecimiento de un mineral estratégico a los países aliados. En el período, en 1945 se dio la segunda cifra mayor de producción desde 1929.
El año 1950 a nivel mundial los principales productores eran Malaya, Bolivia, Indonesia y el Congo.
La producción del Estaño entre 1940 y 1945 se incrementó de 38.907 toneladas a 43.168 toneladas.