Caída y Colgamiento de Villarroel

Quizás nunca vivió la historia boliviana un final tan terrible e insensato como el que le tocó a Gualberto Villarroel. La conspiración cristalizó finalmente. Tras un amago frustrado en junio de 1946, se optó por agitar a las masas, apoyándose en las reivindicaciones salariales de ferroviarios, constructores y bancarios, pero por sobre todo maestros y estudiantes universitarios. El PIR se convirtió en el motor de la agitación sindical. En esos días la maestra Teresa Solari Ormachea realizó una intensa labor de agitación callejera. El 15 de julio, maestros, universitarios y estudiantes de colegios llamaron a la huelga general. El 20 Villarroel se deshizo del MNR y nombró un gabinete militar. Era tarde. El 21 la turbamulta tomó la plaza Murillo. Al medio día el mandatario firmó su renuncia. No bastó. Un grupo de activistas asaltó el palacio y asesinó al Presidente, a su edecán Waldo Ballivián, su secretario privado Luis Uría, al jefe de tránsito Max Toledo y a Roberto Hinojosa.

El cadáver de Villarroel fue lanzado desde un balcón de palacio a la plaza, arrastrado hasta un farol y colgado junto a otros de sus compañeros de infortunio. Todo en medio de una multitud enardecida que se acercaba a vejar y pinchar el cadáver bamboleante con agujas y llauris. Fue una imagen que Bolivia no olvidaría nunca, el desencadenamiento de la irracionalidad de las masas que marcó con violencia el destino del país.

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La precariedad del régimen militar se agudizó con las manifestaciones callejeras. Las ambiciones de sus ministros habían ya condenado al gobierno. A principios de abril el titular de Gobierno, Antonio Seleme, el más audaz de los ministros conspiradores, tomó contacto con la oposición, particularmente con el MNR (Siles Zuazo, Lechín), partido al que Seleme incluso juró, y con FSB (Únzaga). El ocho, una reunión del ministro con un joven dirigente falangista terminó con la salida de Falange del golpe, por discrepancias de programa y eventual distribución de cargos.

Ballivián nació en La Paz el 7 de junio de 1901. Estudió en el colegio Ayacucho. Ingresó al colegio militar y egresó como oficial de caballería. Fue comandante de la 5ta región militar, comandante del colegio militar y agregado militar en Estados Unidos, Francia, Inglaterra y España. Fue subsecretario de Defensa y comandante en jefe de las FF.AA. Se sumó al autogolpe de Urriolagoitia y se hizo cargo de la presidencia a los 50 años. Después de su caída en 1952 fue exiliado y abandonó la vida política. Murió en el retiro a los 94 años en mayo de 1995.

Los acontecimientos de violencia política de este período debilitaron al oficialismo. Los viejos partidos perdieron respaldo, particularmente en la clase media que era decisiva a la hora del voto. La popularidad del MNR creció de manera arrolladora entre 1949 y 1951.

En mayo de 1949, a raíz de una huelga general, se produjo un serio conflicto en las minas de Siglo XX, propiedad de Simón I. Patiño. Urriolagoitia (entonces todavía Presidente interino) ordenó arrestar a varios dirigentes. En represalia los mineros tomaron como rehenes a dos empleados extranjeros y los mataron. La reacción oficial fue la intervención militar y la matanza de mineros en lo que se conoce como la Masacre de Siglo XX. Era el preludio de la rebelión.

Urriolagoitia nació en Sucre el 5 de diciembre de 1895. Se doctoró de abogado en la Universidad Mayor de San Francisco Xavier. Hizo una especialización en derecho Internacional en la Universidad de la Sorbona en París. Toda la experiencia previa a su participación política la tuvo en la carrera diplomática que comenzó en la embajada de Bolivia en Inglaterra, hasta sus representaciones en los congresos de la Unión Postal y el congreso monetario en Londres. Fue senador por el departamento de Chuquisaca antes de su elección en 1947 como vicepresidente de la República.

El paréntesis del Chaco parece haber dado a la jerarquía y al clero un respiro en su confrontación con el estado. Los capellanes militares (mons. Luis Alberto Tapia) vieron por primera vez juntos en las trincheras a los miembros de razas y posiciones distintas. Allá donde se forjaron los nuevos políticos, algunos de ellos aceptaron y propagaron la iglesia católica como uno de sus elementos programáticos, es el caso de Falange Socialista Boliviana. El período 1925-1950 había sido proclive al congresionismo.

Los principios de tierra y libertad eran ya moneda corriente en el movimiento indígena que había luchado desde fines del siglo pasado frente al despojo institucionalizado. Más aún después del primer congreso indigenal de 1945. Después de la guerra del Chaco, las huelgas de brazos caídos en las haciendas eran frecuentes. Producto de una de esas huelgas fue una acción punitiva en una hacienda del lago Titicaca que derivó en un levantamiento en varios departamentos del país (Chuquisaca, Potosí, Oruro, Cochabamba y La Paz).