A fines de septiembre y a propuesta le la Confederación de Empresarios Privados, algunos partidos políticos y el vespertino “Ultima Hora”, el gobierno decidió convocar al parlamento elegido en 1980. Desde el punto de vista de 1a UDP la situación era paradójica, pues si por una parte era evidente que el congreso elegiría a Hernán Siles, por otra no era menos cierto que una eventual elección en ese momento le podía dar una cómoda mayoría absoluta que en ese congreso no tenía.
En el único intento de tomar una acción correctiva ante el desmoronamiento de la economía, el gobierno decidió una medida monetaria que el país se había negado tradicionalmente a adoptar ante la debilidad del peso. Fue la “flotación” de nuestra moneda en relación al dólar, evitando así la devaluación fija y no flexible asumida en 1956, 1972 y 1979. La medida pretendía dejar el peso librado al libre juego de oferta y demanda, pero carecía de un mecanismo elemental que permitiera al banco Central evitar la caída definitiva de nuestra moneda, pues no se contaba con un respaldo de divisas que desde el banco cubriera un proceso de demanda agudizado por la percepción de la ciudadanía de que el peso carecía de respaldo.
Fue el comienzo del despeñadero. Al tomar la medida en febrero de 1982 el peso comenzó a una paridad de 44 por cada dólar. Se abrió de ese modo el camino de la inflación primero y la hiperinflación después, que estuvieron a punto de llevar al país al desastre al promediar 1985. En ese lapso entre 1982 y 1985 (tres años) nuestra moneda se devaluó más de un millón de veces con relación a la paridad de 25 pesos por dólar existente hasta febrero de 1982.