A fines de septiembre y a propuesta le la Confederación de Empresarios Privados, algunos partidos políticos y el vespertino “Ultima Hora”, el gobierno decidió convocar al parlamento elegido en 1980. Desde el punto de vista de 1a UDP la situación era paradójica, pues si por una parte era evidente que el congreso elegiría a Hernán Siles, por otra no era menos cierto que una eventual elección en ese momento le podía dar una cómoda mayoría absoluta que en ese congreso no tenía.
La gestión del Dr. Guevara se encuentra entre las más breves de nuestra historia, lo cual le impidió desarrollar un trabajo administrativo importante. Desde el primer momento el Presidente expresó que en un año era imposible establecer medidas económicas y llevar adelante el proceso electoral que le fue encomendado por el congreso. Esta posición fue interpretada por algunos sectores políticos y parlamentarios como un deseo prorroguista del primer mandatario. A la distancia parece evidente que se hacían necesarios ajustes económicos de fondo en un momento en que la crisis todavía no se había desencadenado. Por otra parte, en una postura que retrata muy bien la época de enconos e inflexibilidad que se vivía, el congreso que lo había designado no apoyó al gobierno y lo dejó huérfano. Por esa razón a Guevara no le quedó más remedio que conformar su gabinete con ministros independientes, lo que le restó fuerza política y capacidad negociadora. En octubre se produjo el primer amago de golpe con un levantamiento, en Trinidad que no era más que un globo de ensayo. El Presidente se puso sobre aviso y, advertido de un movimiento subversivo en marcha, decidió a fines de ese mismo mes el relevo de algunos mandos militares claves. Esta decisión precipitó los acontecimientos y provocaron el golpe de estado. Guevara optó por la transparencia y la inflexibilidad en sus decisiones, a pesar de su dramática debilidad.
La conspiración no tenía solamente origen militar, sus ramificaciones llegaban hasta el congreso, al seno de las dos agrupaciones más poderosas del momento el MNR y la UDP. Sus consultas con Paz fueron infructuosas y sus apelaciones a Natusch no conmovieron al coronel involucrado en la subversión. En realidad el Presidente no tenía opción alguna y actuó como debía, intentando preservar su autoridad.