Al terminar la conquista sólo existía la clase de los vencedores, o sea los hidalgos, soldados y encomenderos y la de los vencidos, o sea el pueblo indígena. Pronto, por táctica y aun por conveniencia, los españoles reconocieron a las antiguas autoridades incaicas y aimaras dándoles los mismos privilegios que tenían los españoles nobles. Así subsistieron bajo la tutela española los incas principales, los caciques regionales, los mandones etc.; todos ellos eran objeto de atenciones y se les rendía homenaje al igual que a los españoles.
Francisco Pizarro envió a su hermano Gonzalo a la conquista de los Charcas y del Collao, regiones que desde la expedición de Almagro se hallaban sin colonizar. Gonzalo Pizarro entró en 1538 a estas tierras pero los naturales le hicieron frente y lo cercaron en Cochabamba; tuvo que socorrerlo Hernando desde el Cuzco.
Los charcas estaban comandados por el cacique Ayaviri que, junto a otros caciques que le acompañaban tuvo que capitular. Es entonces que Gonzalo Pizarro avanza hacia el sur acompañado por Aymoro, cacique de los yamparas, quién pacta con Pizarro y le entrega el sitio de Pacha donde se asentaron los españoles.
En 1540 Pedro Anzúrez, llegó al sitio desde un lugar próximo a Pacha denominado Conchopata hizo el reparto de solares. Conformándose así la ciudad de La Plata sobre estos dos asentamientos indígenas, Conchopata y Pajcha, al pie de los cerros Sicasica y Churuquella.
Gonzalo Pizarro permaneció en el territorio de Charcas explorando las minas de Porco (Potosi) residía en Chaquí.