Cierto día Atoj Antoño y Kuntur Mallku, que para entonces habían sellado con un compadrazgo toda discordia anterior, vieron a una hermosa burra que se dedicaba a disminuir un enorme pastizal. Ambos personajes, que andaban un tanto apretados del buche, se relamieron cambiando sugestivas miradas, las que no pasaron inadvertidas para la burra que, presumiendo las malas intenciones de los rondadores, pensó que mejor era simularse muerta antes que despabilada. Mi fama de tonta me ayuda, se dijo, y se echó sobre la tierra.
Al verla tiesa, con los ojos revueltos, y que no daba muestras de vida, el cóndor dijo al zorro:
—Atoj compadrituy, está muerta, puedes dar comienzo al festín.
—Cómo —recriminó al zalamero zorro—, tu primero, por algo eres mi compadre.
—Bueno —contestó satisfecho el cóndor, que entre paréntesis se habría incomodado que el zorro le tomara la delantera, aun siendo como eran compadres. Empezó a ascender hacia las nubes. Dio varias vueltas alrededor de la pieza. Y clavando su vista en los ojos del supuesto cadáver bajó en picada vertiginosa.
Ante el inminente peligro, la burra abrió las patas traseras y suspendió las ancas un poco. Mientras tanto el cóndor descendía seguro de su presa e iba a dar el picotazo en un ojo, cuando Izasss!... la burra hizo un movimiento y el enorme Mallku metió la cabeza, que entonces lucía renegrido plumaje en el ano del animal y quedó aprisionado porque la burra ajustó las patas traseras y se incorporó a trotar por el prado. Mallku vanamente aleteaba colgado del ano de la burra, hasta que después de un enorme esfuerzo logró de un tirón librarse del encierro, pero con tan mala suerte que por la estrechez del recto, cabeza y cogote se desplumaron.
Desde entonces los cóndores son khala kunkas (cuello pelado).
(Relató en lengua quichua el niño Asencio Titizano. Cantón Que-ohisla. Prov. Nor Chichas. 1949. Publicado en Literatura folklórica, recogida de la tradición oral boliviana en 1953).