Todas las sublevaciones ocurridas en la ciudad de Oruro tuvieron un carácter especial, pues en ellas los criollos y mestizos se adhieren prontamente a todo levantamiento indígena. Esto preocupo a las autoridades, sobre todo cuando se enteraron de los levantamientos de Túpac Amaru y Túpac Katari. Estos antecedentes, eran graves, sobre todo si se tiene en cuenta el estado económico de esta urbe minera, cuya franca decadencia había creado un clima de descontento y hostilidades.
Vuelto Amat a España, toma el mando del Perú el virrey Guirior, quien ya no gobernó sobre la audiencia de Charcas. Su actitud se distingue por una extrema prudencia y por las sabias medidas que tomó en favor de los naturales; se negó a todas las peticiones que se le hicieran para el empleo de indios mitayos en Huancavelica. Era enemigo de los repartimientos y del monopolio mercantil de los corregidores. Durante su gobierno se empezaron a sentir los primeros movimientos subversivos; Guirior, comprendiendo la difícil situación, puso su autoridad al lado de los quejosos indígenas, pero no pudo seguir su política pues llegó de España el visitador José Antonio de Areche decidido a aumentar los impuestos. Chocó inmediatamente con el virrey, pero Areche logró que Guirior fuera llamado a España para ventilar un proceso en el que Areche le acusaba de desobediencia a las reales cédulas. Años más tarde se hizo justicia a la causa de este virrey. En el juicio fue absuelto y desagraviado, y Areche tuvo que pagar 200.000 pesos a la viuda por concepto de indemnización.
Alejado Guirior del Perú por la política del visitador, la situación quedó en manos de éste y del nuevo virrey Jáuregui, quien ni supo ni pudo mantener la política de su antecesor. Areche estaba constantemente sobre los actos de su gobierno y Jáuregui no podía olvidar que a Guirior le había costado el puesto las desavenencias con el impulsivo visitador.