Las partidas parroquiales localizadas por Mario Chacón declaran unánimes que Arzánz nació en la Villa Imperial y si el certificado es correcto el historiador tenía 60 años cuando murió, lo cual significa que habría nacido en 1676.
Arzáns consagró unas 1.500 páginas en folio de escritura prieta a las vicisitudes de la historia de Potosí, pero fue muy renuente a ofrecer datos autobiográficos. Una breve alusión se hace en la historia a sus abuelos y a su vida temprana: “aunque es verdad que mis venerados abuelos adquirieron en esta Villa bienes de fortuna, como tuvieron 10 hijos (los cuatro nacidos en la Villa de Bilbao en el señorío de Vizcaya, uno en la ciudad de Toro en Castilla la Vieja, dos en la de Sevilla de aquellos reinos de España y los tres en esta Villa de Potosí), de lo que adquirieron poco o mucho en oficios honrosos les cupo poca parte a cada uno, y así fue forzoso asistir siempre en la casa y servicios de mis padres, con que no pude lograr en ejercitarme en la gramática ni retórica, cosa de que harto me he dolido en varios lances y particularmente al emprender esta y otras obras”.
Mateo, el padre de Bartolomé, fue uno de dos hijos nacidos hacia 1635 en Sevilla en el curso de la larga peregrinación que los abuelos hicieron de Bilbao, en España a Potosí en el Nuevo Mundo y tenía ocho años cuando la familia llegó a la Villa Imperial en 1643.
En una de las innumerables historias piadosas del libro, nuestro historiador relata cómo su padre tropezó una noche en una iglesia con un cadáver que estaba allí depositado, lo cual le afectó de tal modo que aun siendo un “arriscado andaluz” la sangre le corrió abundantemente de la nariz.
Arzánz menciona una vez a su compadre “Pablo Huancani. natural de esta Villa, indio de buen entendimiento y ladino”, cuya vida había sido salvada milagrosamente en la mina por la virgen Santísima de la Candelaria.
El que Arzánz contrajese este parentesco espiritual con un indio ilustra su simpatía por los naturales, cuyos malos tratamientos por parte de los españoles condena a lo largo de toda la historia.
Para quien habla tanto y en prosa tan intencionada sobre las mujeres, es de notar que sólo se refiera raramente y muy fugazmente, a su mujer. Sabemos por los registros parroquiales que “Bartolomé Arzánz Dapífer”, casó en mayo 2, de 1701, con doña Juana de Reina, soltera, natural de la ciudad de La Plata, hija natural de don Alonso de Reina y de doña María Santos de Lara.
Hasta donde hoy se sabe, sólo tuvieron un hijo, Diego, quizás porque doña Juana tenía ya casi 40 años cuando se casaron.
Las páginas de la historia están rebosantes de relatos, a veces increíbles, de mujeres gloriosamente hermosas o pasmosamente ricas o valerosas y algunas que protagonizaron hechos inconfesables de celos y crueldad. Arzánz especula tanto sobre el carácter femenino que resulta, obvio que el tema le fascinaba y atribuye a las mujeres muchas malas cualidades. Mas aunque la historia sugiere la imagen más desfavorable de la mujer, también es cierto que Arzánz deseó equilibrar su juicio, pues declara: “Si preguntamos a Secundo, filósofo, qué es una mujer, nos responde en una de sus sentencias que es una insaciable fiera, una solicitud continua, una indefectible pelea y un naufragio de los hombres; pero en mi opinión es un animal hermoso, una solicitud de nuestro regalo, una compañera en las penas, un consuelo en los peligros, un aumento de la felicidad humana, un peso de mucho oro y un ministro de terribles cuidados. Con que siendo verdaderas entre ambas opiniones nadie podrá negar que hay mujeres malas y buenas”.
Sobre su propia mujer todo lo que Arzánz dice en su voluminoso libro de su “amada mujer” es que “era buenísima”.
El historiador era muy aficionado a las corridas de toros y parece que estuvo presente en todas las ocasiones festivas de la Villa, de manera que los lectores de la historia tienen una vista panorámica de muchos acaecimientos dramáticos.
En su niñez Arzánz visitó los minerales de Chayanta y Villacota, y en 1705 -cuando comenzó la historia- dice que acompañó a un amigo a La Plata, pero con esas excepciones, parece que pasó toda su vida en Potosí.