Óscar Ichazo Gonzales
No se conocen mucho de los datos de este narrador, únicamente que es boliviano y que reside desde hace mucho en Nueva York, EE.UU. como director de un Instituto de "Trascendental Meditation".
Don José Manuel Aponte Rivera, tradicionista, historiador y periodista, nació el 19 de marzo de 1864, en el Cantón Saipurú, Provincia Cordillera del Departamento de Santa Cruz, y murió el 22 de mayo de 1919, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra.
Es un escritor boliviano que, apartado de las luchas politiqueras de su tiempo, dedicó sus días a expurgar papeles y acopiar material para utilizar en dos quehaceres intelectuales afines: La historia y la tradición. Pero Aponte no es por sus libros de historia muy meritorios por supuesto: “La revolución del Acre”, uno y otro “La Batalla de Ingavi”, por los que se afirma en la historia de la literatura nacional, sino por un libro. “Tradiciones Bolivianas” del que su prologador un tanto a desgano dice: “En el libro que el señor Aponte entrega hoy al juicio imparcial y desprevenido de la opinión, no ha positivamente nada que exalte el entusiasmo, ni nada que permita repetir las célebres frases de Lope de Vega a! frente de los versos de Fernando de Herrera: no hay otra cosa que una literatura moderada, sencilla y correcta, para realizar una forma artística de las mismas condiciones; lo que me permite afirmar que la empresa está fiel y lógicamente ejecutada”. Hoy del prologador cicatero de opinión, nadie se acuerda, pero José Manuel Aponte es y será siempre leído en sus tradiciones: uno porque es escritor sincero que utiliza de temática lo nuestro, los elementos del país en un afán de hacer obra que ayude a la formación de una literatura nacional; dos, Aponte es galano en el escribir, con propiedad en su lenguaje y además de un singular sentido de humor para narrar: extraña cualidad para su tiempo, ya que la generalidad de nuestros literatos eran inclinados a cultivar la taciturnidad o el pesimismo en sus escritos.
Su obra principal sobre la temática compone veintitrés temas, de los cuales catorce tradiciones son obtenidas del emporio de la ciudad de Potosí; dos corresponden al ámbito paceño; cuatro referentes a Santa Cruz, tierra natal del autor; dos a Sucre y una, especie de narración, dedicada a criticar algunas malas costumbres de la sociedad boliviana. No todos los temas tienen el valor de la novedad, una gran parte de las tradiciones potosinas ha tomado de la fuente inagotable que es la “Historia de la Villa Imperial de Potosí” de Bartolomé Arzánz de Orsúa y Vela, al igual que tradicionistas como Ricardo Palma, Julio Lucas Jaimes, Quesada y otros.
Muchas narraciones de costumbres bolivianas, son repeticiones temáticas que ya tomaron anteriores escritores. Sin embargo, lo novedoso del libro de Aponte, es la forma literaria que ha dado a cada tema; y el como la mayoría de los otros tradicionistas: Brocha Gorda, Calderón, Berríos, Camacho y hasta el mismo Ricardo Palma, tuvieron la influencia de aquel primer tradicionista americano potosino.
Muchas veces la tradición pretende ser un género de lectura moralista; pero Aponte respecto a ello, se muestra pacifista, hace partido con el pobre, ataca la usura, el fanatismo religioso representado por las célebres beatas; admira el sistema democrático de gobierno y toda virtud humana es para él merecedora de ensalzamientos Aponte era un escritor moralista y un patriota.
Leer a Aponte es descubrir al escritor nacionalista, al que realza nuestras cualidades como conglomerado social, al defensor sincero de lo nativo.
Con Aponte ocurrió lo mismo que con una gran mayoría de escritores nacionales que dejaron obra inédita. Es lástima que hasta ahora no se conozca la obra inédita que dicen dejó, dedicada al estudio de la historia boliviana y gran parte al tema que tanto apasionaba al autor de tradiciones: costumbrismo y nativismo nacionales.
La primera edición del libro “Tradiciones Bolivianas”, se publicó en 1909 y pasó casi inadvertido para la opinión pública. Más tarde, para la segunda edición, el autor había revisado su estilo literario.
Óscar Ichazo Gonzales
No se conocen mucho de los datos de este narrador, únicamente que es boliviano y que reside desde hace mucho en Nueva York, EE.UU. como director de un Instituto de "Trascendental Meditation".
Néstor Taboada Terán
Nació en La Paz, en 1929, fue director del departamento de Cultura de la Universidad Técnica de Oruro dónde dirigió la revista Letras Bolivianas y en la Universidad de San Simón también dirigió la revista Cultura Boliviana.
Josermo Murillo Vacarreza
Nació en Oruro el 27 de agosto de 1900, abogado, escritor y periodista, se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. También fue Catedrático fundador de la Facultad de Ciencias Económicas y el Instituto Politécnico, lo mismo que Rector de la Universidad de Oruro, en 1941-1942.
Jaime Saenz
Nació en La Paz, el 8 de octubre de 1921. Este ilustre hombre de letras, representante del surrealismo boliviano, fue un poeta nato. Se destacó también en la novela, el ensayo y el teatro.
Gregorio Reynolds
Gregorio Reynolds cierra la trilogía de poetas modernistas de Bolivia, aunque en menor dimensión que Jaimes Freyre o Tamayo. Notable cuando escribía sonetos, dominó su técnica hasta la perfección, ensayó el género dramático en verso y se inspiró en la fuerza de nuestra geografía y la sensualidad del trópico. Fue calificado como satánico y pagano. Sus obras mayores son Quimeras (1915), El cofre de Psiquis (1918) y Edipo Rey (1924).
Gilfredo Cortés Candía
Nació en la ciudad de la Santísima Trinidad, el 28 de diciembre de 1906. Fueron sus padres el Dr. Eulogio Cortés Elias y la Sra. María Candia Caballero, tuvo cuatro hermanos.
Pasó su infancia, diáfana y serena, bajo el amparo amoroso de su dulce hogar en San Ignacio de Mojos.
Pedagogo y escritor cuya principal obra “El Itenez salvaje” quien en 1937 se introdujo el Núcleo Indigenal Moré, para realizar una “redención del Indígena”, que más allá de la buena intención del pedagogo y del buen espíritu y humanismo que empleó, resultó ser un proceso civilizatorio forzado.
Hasta entonces a los Moré, se los conocía como un pueblo aguerrido, que mantenía luchas intertribales continuamente, en la región y que atacaba a los viajeros.