Vivía aún en Inca Viracocha cuando empezó a reinar en el Cuzco su hijo Pachacuti, que había adquirido gran fama por haber conquistado para los incas muchas comarcas sometiendo a varios pueblos, entre ellos a los chancas.
En el siglo VIII de nuestra era, Tiwanaku se expande políticamente sobre la base de los enclaves preexistentes, tanto en la costa como en los valles mesotermos; así mismo extiende su poderío sobre el altiplano y la sierra. Esta expansión fue posible gracias al dominio del bronce que le permitió una gran superioridad militar.
La expansión se evidencia por la difusión de los símbolos y elementos Tiwanakutas, que aparecen en la cerámica y los textiles de todo el ámbito conquistado. Esta expansión llega hasta el norte de Chile (San Pedro de Atacama) y muestra relaciones con la cultura de la Aguada en la Argentina, deja su huella en los valles de Cochabamba y avanza por el norte hasta la ciudad de Huari, cerca de Ayacucho; allí adquiere modalidades propias. La ciudad de Huari es un gran foco de expansión Tiwanakuide sobre las culturas de la costa del Perú. La ciudad propiamente dicha, con sus grandes murallas de piedra cortada, es diferente a Tiwanaku, con excepción del sitio de "Cheqo Wasi" cuyas cámaras, realizadas con grandes bloques, recuerdan a la urbe altiplánica. Otro tanto puede decirse de los estratos inferiores con muros de sillar pulimentado de tipo Tiwanakuta.
Las modalidades más conocidas de la cerámica Huari son Robles Moko, con motivos Tiwanakuides pero de formas globulares y escultóricas, así como los vasos “Pacheco” con grandes figuras similares a las de la Puerta del Sol.
Después del siglo VIII se establece un gran imperio pan-andino que en el norte, a través de Huari, se expande hacia hasta el Pacífico incidiendo sobre las culturas Moche y Nazca; al sur, es a través de Tiwanaku que llega hasta Chile y el norte de la Argentina.
En el siglo XII el colapso se había producido el colapso de Tiwanaku y en la región donde había florecido esta cultura emergen diferentes grupos collas en la forma que hoy conocemos como “señoríos aimaras”.