El alma bendita de Altamachi

Miguel Ángel Kippez Aneiva

Hacia el año de 1909 el pueblito de Altamachi se vio amenazado por una rarísima aparición. Era un ser interesante, el peor de aquellos tiempos, se decía ser alma en pena o alma bendita que iba purgando sus culpas en este mundo. La gente lo tenía como al K'arisiri.

Así todos los viernes, a la hora de la oración del Ángelus, se aparecía esta alma bendita detrás de una pared baja, de piedras superpuestas, a seis metros de la casucha de una familia campesina, dando gemidos lastimeros a tiempo de decir a los miembros de la casa más cercana "para este viernes preparen todo lo mejor de su comida, que yo al comer, cargaré conmigo todo lo malo de ustedes, de vuestros animales y de vuestras casas".

Los ingenuos campesinos, obedientes y muy sugestionados por la cháchara del alma bendita, cumplían fielmente todo lo que les pedía. Cada semana el aparecido se presentaba dando vueltas por el lugar haciendo aspavientos, haciendo signos de espantar los vientos, con inclinaciones de cuerpo, tocando con su cabeza el suelo, para luego con una tranquilidad pasmosa engullirse todo lo que dejaban los asustados campesinos que observaban desde lejos llenos de terror y miedo.

Semana tras semana el aparecido, siempre con inclinaciones, adelante y otros movimientos patrañezcos se pre-sentaba en alguna casa que él con anterioridad amenazaba a los dueños.

Esta aparición se presentaba con una vestimenta escalofriante, con mangas anchas, con lentejuelas que a la luz de la luna, brillaban, dando más terror su presencia especialmente a los niños que ya no querían ir a la escuela y hasta los perros ovejeros daban aullidos lastimeros cuando este personaje rondaba estos lugares.

Los campesinos temerosos de que era imposible hacer desaparecerlo, determinaron ir a visitar al Sr. Obispo de Cochabamba y rogarle que les provea de un párroco.

Entre ida y venida al obispado de la ciudad, obtienen su deseo, la asignación de un cura joven y recién consagrado. Éste es recibido en el pueblo con una recepción apoteósica. Éste se entrega de lleno a la misión de su plena incumbencia acompañado siempre por los campesinos que le manifiestan mucho respeto.

Antes de que se cumpla los cuatro meses de estadía del siervo del señor, vienen a visitarle los principales comunarios, quienes con mucha humildad le piden echar agua bendita a un alma en pena que hacía bastante tiempo apareció y que con su espantosa presencia, ponía en tensión de nervios a toda la población.

Ciertamente el sacerdote era algo estricto y cumplidor de su deber. Jamás en toda su vida oyó nada de apariciones, de karisiris o almas en pena, sin embargo al pedido humilde y temeroso de los visitantes, accede al pedido.

Dado que el aparecido se presentaba todos los viernes a la hora del Ángelus, instruye a su sacristán prepare todo.

Llega el día esperado, todo el mundo tanto los del pueblo como los del campo, salen rezando hacia el lugar de la aparición. A poco más de unos cien metros y en un lugar menos pensado, moviéndose con signos estrambóticos se aparece la supuesta alma en pena. Al verlo el cura acompañado de algunos dirigentes se aproxima al aparecido, quien al verlo echa un grito al sacerdote diciéndole "ministro de Dios, nada tengo que ver contigo, no vengas ni te me acerques".

Todos al oír el grito y las palabras del fatídico personaje, echaron a correr, dejando solo al párroco que firme no dejaba de avanzar en dirección al alma en pena, en tanto que éste volvía a repetir con voz tenebrosa "ministro de Dios, nada tengo que ver contigo, no vengas ni te me acerques, te lo ruego".

A unos pasos del aparecido éste le vuelve a decir al sacerdote "ministro de Dios, te diré por última vez, vuélvete a tus feligreses, te pido, vuélvete, si me reniego, algo puedo hacerte" esto lo decía moviéndose exageradamente queriendo infundir más miedo a tiempo de repetir nuevamente "ministro de Dios qué quieres conmigo, a qué has venido, quién te ha llamado, qué quieres de mí, soy un alma en pena, vuélvete y haz rezar por mí, te pido y te ruego..."

Sin hacer caso de sus palabras, el cura se acerca lo suficiente y le increpa diciendo 'te conjuro en nombre del altísimo, me digas, quién eres, de dónde eres y qué quieres". Es en ese momento que el supuesto alma en pena, de rodillas humillado se descubre y llora levantando la vista al sacerdote que reconoce el rostro, era... era el mismísimo sacristán.

El avivado Sacristán todo humillado, pide clemencia diciendo "padrecito mío, dame cualquier castigo, pero no me presentes al pueblo, ni digas, porque al instante me colgarán y me matarán. Te prometo nunca más aparecer, padre mío, acepto cualquier castigo por más duro que sea".

Viendo el sincero arrepentimiento, el buen párroco le dice que se presente al día siguiente en la parroquia para confesar sus pecados. Al escuchar esto, el hombre cabizbajo y agachado se pierde en la oscuridad. El valiente párroco regresa al encuentro de sus feligreses, quienes corren a verlo y felicitarlo por su divina acción. Díceles a sus queridos acólitos "hermanos míos, todo ha terminado, nunca más aparecerá, este alma en pena, como que así me lo ha prometido. Ahora regresemos cantando las alabanzas y glorias al Altísimo, que jamás nos olvida y ni nos abandona".

Desde ese día no hubo más apariciones y el temor de la población desapareció, volviendo la tranquilidad y la paz. Y lo cierto es que extrañamente el Sacristán abandonó la población sin saberse nunca más de él.

"Con paciencias y buen humor" Torno VII

Contenidos Relacionados

El profundo afecto que este pueblo profesa a su "mamita" de Urk'upiña tiene su bellísima explicación.

Cuando Quillacollo, era apenas un pueblito pequeño, mucho menor que Tapacari, Tiquipaya y el Paso, una niña pastorcita de minúsculo rebaño se pasaba días y más días pastando sus ovejas al pie de un promontorio del cerro llamado "El Calvario" frente al rancherío de Cota. Cuando un día se dirigió hacia ella una hermosa dama con un niño en su regazo. Así pasaba las horas ella conversando con la Señora, no una sino muchas veces.

Aún niño, Max, había escuchado a sus padres y abuelos relatos de grandes fortunas en tapados encontrados en la ciudad colonial de Potosí, y ese hecho despertó en él un vivo deseo de encontrar uno en algunas casas viejas de la ciudad.

Frente a su casa en la esquina de las calles General Achá y Ayacucho, se levantaba una antigua casona que sé dice pertenecía a una familia alemana de apellido Barber cuyo jefe de familia era comerciante y realizaba frecuentes viajes de Puerto Villarroel a Trinidad con una pequeña embarcación que poseía, en esos tiempos de la fiebre del caucho.

En Valle Hermoso una de las tradiciones religioso -paganas más conocidas a nivel nacional es la de Santa Vera Cruz que se cumple cada tres de mayo de todos los años, y es una de las fiestas más típicas en Cochabamba.

La capilla actualmente se encuentra a ocho kilómetros de la capital del departamento, en Valle Hermoso, siendo la tercera que se ha verificado en veneración del crucifijo; pues las dos primeras se encontraban en la misma región, pero en la que construyeron hace mucho tiempo atrás.

Mercedes Anaya de Urquidi

Don Crispín, era un hombre afortunado, prestamista de talla. Todos los negociantes necesitados, recurrían a sus arcas hipotecando sus propiedades y joyas con intereses exorbitantes que luego se capitalizaban y al final de cuenta, resultaban escasas las propiedades hipotecadas, para el pago de sus deudas, pues don Crispín no era de los que perdonaba un cobre.

A esta andar el avaro se hizo riquísimo, dueño de inmensas fincas y muchas casas, fuera de joyas empeñadas y dinero hasta para enterrarlo.

La alegría reina en la fiesta, es el matrimonio de su mejor amigo y era su deber acompañarle y desearle las congratulaciones consabidas.

Junto a un grupo de amigos, Remberto, departe amigablemente al calor de la bebida, aquellos años mozos cuando niños solían deambular por todas las campiñas de Tarata, en son de "mack'unquear" las sabrosas frutas aún frescas que colgaban de las huertas de toda la región.

A una distancia de quince kilómetros de la localidad de Punata se encuentra la comunidad de K'uchu Muela lugar donde se encuentra el milagroso niño de Sik'imira, patrono de esta región.

Cuenta la leyenda que dos niños que vivían transitoriamente en la localidad de Tacachi, población cercana a K'uchu Muela ayudaban a sus padres en la cosecha de algunos terrenos trabajando incesantemente desde tempranas horas hasta muy cerrada la tarde con el fin de cumplir su cosecha.

Luego del apresamiento del Inca Atahuallpa por parte de los españoles y con esperanza de su libertad, éste instruyó a sus vasallos recolectar todo objeto de valor que había en todo el imperio, sin embargo, en forma secreta dio la orden de custodiar el más valioso objeto que se encontraba en el valle de k'ochapampa.

En una de las visitas de los súbditos más fieles al Inca en su prisión, éste en tono de preocupación le dice: