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Los Itonamas

Los itonamas, asentados en territorios benianos, poseen una organización social fundada principalmente en la familia nuclear (de fuertes lazos entre parientes directos como unidad básica), aunque paralelamente se da la familia extendida por lazos de parentesco, caracterizada por relaciones de reciprocidad e intercambio.

Los Guarayos

Entre las costumbres agrícolas que aún conservan los guarayos se puede mencionar a la minga, que consiste en la preparación y realización de fiestas para la iniciación de las labores de siembra o cosecha, para la que se elaboran ingentes cantidades de chicha de maíz o de yuca. “Cuando se acaba la bebida, se acaba la fiesta, y comienza al día siguiente la dura faena agrícola”.

Los Guaraníes

Asentados en los departamentos de Tanja, Chuquisaca y Santa Cruz, los guaraníes, otrora congregados en poblados con importantes cantidades de gente, se dispersaron en las últimas décadas debido a que la gente joven emigra a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida.

“Ha sido un pueblo muy fuerte. Nunca fueron conquistados por los quechuas ni por los españoles, al contrario, establecían guerras para absorber esclavos, como los chamé. Fue el ejército boliviano el que finalmente pudo doblegarlos a finales del siglo XIX”, comenta el antropólogo Milton Eyzaguirre.

Los Esse Ejja

Gerardo Bamonte, uno de los más respetados antropólogos italianos, escribió Los Esse Ejja, una minuciosa investigación sobre la etnia oriental, que trabajó junto a su colega Sergio Kociancich. Para lograr este importante tratado, el veterano profesional, docente de la Universidad de Sapiensa en Roma, convivió por periodos de dos meses, durante 15 años consecutivos con esta peculiar nación, tiempo en el que logró la amistad fraterna con un par de chamanes.

Los Chácobo

La superstición, que lleva a mantener vigentes prácticas ancestrales y poco ortodoxas para garantizar el éxito de la cohabitación y la buena salud, diferencia a los chácobos de otros pueblos vecinos suyos en el llano boliviano.

Los Chiquitanos

Después de los guaraníes, éste es el grupo étnico nativo más numeroso del oriente boliviano. Pese a que la influencia cristiana sepultó muchos de sus antiguos usos y costumbres, quedan aún entre sus tradiciones, según señalan los estudiosos Álvaro Diez Astete y David Murillo, rasgos ancestrales originales muy interesantes. “Es una cultura ya evolucionada y muy compleja”.

Los Chimanes

La organización social básica de los chimanes es la familia nuclear, en la que sólo cuentan los parientes directos, pero es abierta, pues mantiene ciertos vínculos de parentesco extendido con otras familias. La movilidad espacial de la población está íntimamente relacionada con el patrón de asentamiento y el sistema de parentesco, articulándose a menudo ambos componentes del sistema social.

Los Cayubabas

Una característica innata de los cayubaba es que son buenos labradores. Cultivan maíz, maní y yuca y también son hábiles pescadores: utilizan canastas de forma cónica que arrojan al agua a manera de redes. Las mujeres se destacan por sus habilidades como artesanas, pues hacen cerámicas, tejidos con fibras vegetales o textiles de algodón, mientras los hombres se encargan de fabricar ruedas de carretones, cascos, canoas, gavetas, postes y bretes que son demandados por los ganaderos de las estancias, con quienes tienen casi esencialmente una relación que se reduce a lo comercial.

Los Cavineños

“Ellos fueron reducidos por los jesuitas y los franciscanos. Sus formas de vida están más familiarizadas con los hábitos occidentales, como la caza con escopeta de salón; pero, por otro lado, tampoco han abandonado del todo prácticas como la pesca, en la que utilizan pócimas preparadas con vegetales para adormecer a los peces”, dice el antropólogo Milton Eyzaguirre.

Los Canichana

Existe poca información y datos claros y confirmados acerca de las características de los canichana, a más de su evidente origen quechua incaico, y su naturaleza recia, agresiva y aventurera. Afectados también por la influencia colonizadora española, los grupos sobrevivientes, aun directos descendientes de la etnia original, están formados, según revelan los registros de la Confederación Nacional de Nacionalidades Indígenas y Originarias de Bolivia (Conniob), por unas 1 500 personas.

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Cuenta Teobaldo Noé sobre sus ancestros: “La historia dice que nosotros estábamos en cuatro departamentos: La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y una parte del Beni. En ese tiempo nuestros antepasados eran bastante ingenuos y humildes. Vivíamos como nómadas, de un lado a otro, porque el territorio era muy grande y muy rico a la vez”.

Los yuracaré andan siempre en busca de la Loma Santa, la tierra sin mal que, según su mitología, Dios les tiene predestinada para que se acaben las injusticias.

Hasta inicios del siglo pasado, fue común entre los yuquis un sistema de estratificación social de amos y esclavos, o por herencia u orfandad. Pero luego de la influencia de los evangelizadores se conformó la típica familia nuclear (de fuertes lazos entre parientes directos) de pareja monogámica.

La organización social de los yaminahua tiene como pilar la familia extensa, es decir, con lazos medianos y lejanos de parentesco; actualmente debido a su sedentarización se funda en la familia nuclear, donde están sólo los parientes inmediatos, siendo el padre el jefe.

Según cuenta el antropólogo Milton Eyzaguirre, investigador del Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef), “en esta etnia, una mujer puede decidir la separación de su pareja e inmediatamente puede elegir a otro hombre del mismo grupo. Es la mujer la que dispone de las relaciones de matrimonio”.

La explotación de los hidrocarburos afectó enormemente a los weenhayek, etnia asentada en tierras tarijeñas, no sólo porque su población sufrió una merma debido al impacto en el medio ambiente, sino porque la presencia de las transnacionales está carcomiendo las raíces de identidad de este pueblo que siempre se consideró superior a las demás culturas del Chaco.

Los pueblos chipaya, murato e hiruito, todos asentados en el territorio de Oruro, a orillas de los lagos Uru Uru y Poopó, están encasillados como un solo grupo étnico. Su trascendencia siempre fue muy escasa a raíz del dominio expansivo aymara que perduró durante todo el tiempo de la Colonia.

Los toromona son un grupo indígena que se asentó desde hace cientos de años en el departamento de Pando, entre los ríos Madre de Dios, Toromona y Arroyo Asunta. “En la década de los 80 ya eran pocas las familias sobrevivientes que recorrían la selva amenazados por petroleros, madereros y caucheros. Nunca se tuvo contacto formal y actualmente se teme que estén al borde de quedar exterminados”, asegura el antropólogo Wigberto Rivero.

El antropólogo Álvaro Diez Astete, autor del libro Pueblos indígenas y tierras bajas, reconoce que “no existe una información precisa sobre la etnohistoria de los tapieté, porque con el paso de los años se ha subsumido en la historia del pueblo guaraní, por lo que muchas veces son considerados como una parcialidad más de esa macroetnia”.

Las referencias más antiguas sobre esta comunidad asentada en los territorios de Santa Cruz y Tarija se encuentran en documentos y censos de principios del siglo XX.

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