M. Rigoberto Paredes
Ismael Sotomayor y Mogrovejo
En el año 1703, existía en esta ciudad una posada que se llamaba Tambo de las Harinas. Era patrona aquí -por haber sido el local mucho antes, hospital de pobres- la Virgen de los Remedios.
Como en posada toda, difícil hubiera sido la no engarsadura de un garito de tipos de mala estampa, donde con cualquier pretexto y entre copa y otra, se robaran sin contemplación, alguna, unos a otros.
Asiduo concurrente a la mesa de juego era un tal Pizarro Cañizares, natural de Copacabana, quien antes de emprender una partida, rezaba a la Virgen del Tambo para que le hiciese jugar con buenos resultados.
En una de esas "tenidas", Pizarro perdió partida tras partida hasta quedar exhausto de mayores recursos y tan furioso se puso que, saliendo del garito se enfrentó a la Virgen de Remedios e increpándole como a una persona de su laya, acabó por asestarle una puñalada en el rostro produciéndole enorme boquete en la imagen.
Como si alguien hubiese seguido impulsando al felón a maltratar a la Madre de Dios, quiso inferir una segunda cuchillada al niño que entre brazos de ésta estaba, pero, sorprendentemente una fuerza sobrenatural, no le permitió porque uno de los brazos de la virgen milagrosamente se había movido en protección al niño.
A la misma hora de lo que ocurría en el tambo cercano al convento de San Francisco, una señora herida, con un pequeñin en brazos, estaba presentándose en la portería del Hospital de Mujeres, en demanda de curación.
Como las heridas eran de importancia, necesitaba de un tratamiento serio, para lo que en el establecimiento cedieron a la señora una cobacha o lecho separado donde le asistieron para curar las heridas.
Dejando en tranquilidad a la enferma, volvamos al tambo y a Cañizares.
Cuando todos, por boca de éste, supieron lo de las puñaladas se resistieron a darle crédito e importancia, insistiendo se dirigieron al lugar donde debía estar la imagen, pero no la encontraron advirtiendo que ella antes estaba pintada en la misma pared.
Averiguadas las cosas resultaba que se trataba de un milagro patente de la Virgen de Remedios, porque cuando al siguiente día, el asistente de turno fue a la cobacha de la enferma del hospital, tampoco la encontró a pesar de que nadie la había visto dejar el establecimiento.
Cuando las autoridades se apercibieron del hecho para sentar en acta los esclarecimientos necesarios, dirigiéronse al Tambo de las Harinas; la Virgen nuevamente se encontraba en su primitivo lugar, y al parecer los boquetes dados con el puñal, habían desaparecido y ella se encontraba como si nunca hubiera sido tocada.
Ante este milagro, se organizó una solemne procesión y nuestra Madre de los Remedios fue triunfalmente conducida al templo de San Juan de Dios, anexo al hospital (antiguo), en cuyo trono del altar mayor, actualmente se la ve.