"Dos pistolas"

Juan Navajas Paz

Cuentan las viejas agoreras que hace mucho tiempo por el sector sud del Fortín Margarinos en el Gran Chaco, una figura sin cabeza aparecía entre las doce de la noche, subiendo y bajando sin destino sin forma al compás de un trote pesado y cansino. Jinete y caballo despedían por las cuencas de sus ojos ascuas de relámpagos. Al aparecido lo llamaban "Dos Pistolas".

Decían que era el ánima de un cuatrero, de un bandido tan malo como la yarará, que perseguido por la justicia argentina, se refugió en territorio boliviano y fue denunciado y reclamado por la Gendarmería del vecino país…

Cuentan que cayó el cuatrero en una operación de limpieza efectuada por el ejército boliviano contra los indeseables que abundaban en el sector.

Juzgado por las autoridades militares, fue sentenciado a la horca. El criminal vanamente intentó rezar alguna oración... tarde comprendió que se había alejado demasiado de Dios. Lo sentía en la muerte caminando al cadalso. Así quedó colgado en las ramas más altas y resistentes de un quebracho.

Desde ese día por las noches en el sector, algo se lamentaba como una calavera que grita su queja, retumbándose con sonido lúgubre los cascos del caballo, era una aparición sobrenatural que a los mismos soldados les hacía helar la sangre por lo que al escuchar y sentir esa presencia retornaban presurosos a su base de operaciones haciendo la señal de la cruz.

Todo esto iba a continuar hasta que el Capellán de la división en cierta ocasión en que se bañaba en el rio Pilcomayo, de pronto tuvo un estremecimiento súbito. Aturdido lanzó una mirada a la orilla de la playa, en tanto que un silencio profundo se dejó sentir en el lugar. Era la presencia de un ser sobrenatural que pretendía decirle algo. Cruzó los dedos y exorcizó al aparecido musitando dos avemarias.

Al retornó al Fortín se enteró del ajusticiamiento del susodicho bandolero del "Dos Pistolas" y sus apariciones frecuentes por las noches por las inmediaciones del lugar.

Al día siguiente con un piquete de soldados el capellán se dirigió al lugar del ahorcamiento hallándolo entre la espesura de la selva todos los huesos desparramados por todo el sector. Hizo recoger todos y le dio cristiana sepultura a estos despojos encontrados al pie de ese árbol nudoso y carcomido que sirvió para el colgamiento.

Enterrado como Dios manda, se tranquilizó el alma en pena del ajusticiado. Desde ese día dejaron de sentirse las apariciones y la tranquilidad retornó al lugar.

Leyendas y Relatos del Chaco Boliviano

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