En el periodo histórico de la diablada hay una etapa de transculturación que comienza con la fundación, en 1606, de la Villa de San Felipe de Austria, donde el choque de culturas fue la norma, aunque los resabios ancestrales lograron subsistir.
Otra etapa, de dualismo religioso (1789-1900) se explica cuando la transfiguración de la "Pachamama andina" en la Virgen del Socavón amplía el sincretismo religioso, mientras germina un tercer ingrediente poderoso: el hecho contestatario de desahogarse de las profundas represiones psíquicas.
De esta situación surge la tradición del famoso bandido Anselmo Belarmino, el "Chiru-chiru" o "Nina-nina", que a pesar de sus fechorías ayudaba a los pobres y veneraba en su guarida del cerro "Pie de Gallo", a la Virgen de la Candelaria.
Durante la etapa de difusión social de esta danza (1900-1950), la tradición de la diablada siguió su curso junto a otros bailes en la festividad de la Virgen del Socavón. Es el período de mayor auge por el renacimiento de otras danzas en proceso de desaparición, y la creación de instituciones como la Gran Tradicional y Auténtica Diablada Oruro, que nació en 1904.
Después de la Guerra del Chaco surgieron otras tres: la Tradicional Folklórica Diablada Oruro (1943), Diablada Círculo de Artes y letras (1943), Fraternidad Artística y Cultural "La Diablada" (1944).
Sus componentes pertenecen a la clase media acomodada, denominados "pijes" o "kharas". Es el inicio de la incursión de estratos "decentes" en la danza minera, para convertirla en rutilante ballet folklórico. El indio pierde su rol protagónico, el "khara" ocupa su lugar.
En la última etapa, de difusión folclórica (1950-1995), luego de la fundación de la Diablada Ferroviaria (1956) y la Diablada Urus (1960), esta danza inicia un ciclo expansivo de irradiación nacional e internacional. Premios y distinciones universalizan al país en el mundo. Viene la internacionalización, con mayor intensidad en el surperuano, el norte argentino, y el norte chileno.