La leyenda del Kirkinchu

María Frontaura Argandoña

El señor Kirkinchu se preparaba para la gran fiesta de su pueblo ya que era el Consejero Mayor. Debía presentarse con elegancia sin precedentes.

Y así, una mañana, fresquita por el viento permanente de la puna, se puso en medio del río y comenzó a tejer su llijlla para echársela a la espalda el día de la gran fiesta.

En el momento culminante de su afán y cuando su imaginación iba urdiendo hermosas tramas para el tejido, atinó a pasar el zorro: iba de huida llevando algo que había robado.

— Hola, amigo Kirkinchu, ¿Cómo estás? ¿Y tu mujer? ¿Y tus hijitos?

— ¡Oh, no sé!...

— ¿Enojado, Kirkinchu?

— ¡No me hables zorro! ¡Estoy trabajando muy urgente!

— ¿Y qué estás haciendo tan apurado? Pues a mí también me urge llegar pronto voy a visitar a una comadre que está en la banda opuesta. Sólo por amistad me he detenido a salu¬darte. ¡Nada más!

— Bueno, gracias; sigue tu camino...

— Pero, querido amigo, dime: ¿Qué haces? Tal vez pudiera darte algún consejo. Ya sabes que yo... para un buen amigo...

— Consejos tú, el más trápala de los seres... No me hables, que me haces perder el tiempo. Estoy tejiendo apurado mi manto de dignatario para la Gran Fiesta que se aproxima. ¿Ves? Este tejido no se igualará al de nadie. Ningún mandatario ha llevado una trama tan elegante, tan menudita como esta... Yo tengo que estar inimitable, soberano...

— ¿Para la Gran Fiesta de tu pueblo, dices?

— ¡Sí!, ¡Sí! ¡Y no me hables más!

— ¡Pero, tonto, qué bienaventurado eres! ¡Si la Gran Fiesta ya es mañana! ¿Y con qué tiempo acabarás?...

Kirkinchu dio un salto en medio del río y casi se desmaya.

— ¿Mañana, dices?

— Mañana, pues, hombre...

— ¡Oh cielo, oh pueblo mío! ¡Oh manto!... ¡No me digas! ¿Verdad que ya es mañana? Dime, dímelo por favor, querido hermano zorro, pues no llevo almanaque... ¿Y qué haré ahora, si mi manto está a medio tejer?...

Pero el zorro no pudo contestar porque estaba muy lejos, muy lejos riéndose a carcajadas de haber puesto esta nota de amargura en el corazón ilusionado del hermético Kirkinchu, que se mostraba huraño y desconfiado.

Kirkinchu, en tan terrible trance, tuvo que apurar lo más que le permitía su habilidad. Ya no lo prolijo ni lo inimitable.

Mas como el tiempo galopaba, mareándole la cabeza tuvo que hacer uso de hilo más grueso y la trama larga con profundos espacios a grandes rasgos...

¿Qué hacer? Si al día siguiente era la Gran Fiesta... y él... como Consejero Mayor del pueblo... tenía que presentarse... investido... de un manto dignatario... Y apuró de tal manera que la trama salió completamente desigual: ceñidita al comenzar y de grandes rasgos el resto.

Los Urus dicen que por eso el manto (caparazón) del armadillo es desigual: apretado en el cuello, llano en la espalda. Por la maldad del compadre zorro... Por eso mismo, dicen los Urus, que hay phullus gruesos y delgados. Si no, hubiesen sido todos delgaditos, como el cuello del Kirkinchu, el Consejero Mayor del pueblo.

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