María Luisa Valda de Jaimes Freyre
La conocida fábula de la Guallata y el zorro, varía según los lugares donde lo refieren y una de esas es la siguiente:
Braulio Choque M.
De piel morena, pómulos rosados, nariz pequeña, boca, ojos grandes y expresivos, de la comunidad de Andamarca, era Mamal Urku.
Todas las noches a escondidas de su padre, se encontraba con su enamorado, que se hacía llamar Willi-Willi que pertenecía a la comunidad de Chipaya.
El joven y la kullaka eran novios desde hacía bastante tiempo. En ellos había brotado toda la fuerza del amor, pero sólo se veían de noche, por temor a ser descubiertos.
— Me llena de temor la sola idea de que nuestros padres se enteren de nuestro amor, al ver que pertenecemos a distintos pueblos -decía el joven enamorado-
Su amor iba creciendo día a día, con todo el fulgor de la pasión que tan espontáneamente había nacido en sus corazones.
Cierta noche Willi-Willi la invitó a dar un largo paseo a Mamal Urqu bajo el tenue fulgor de la luna. Una vez estando en la intimidad él le dijo:
— No puedo verte solo por las noches, precisamos vernos también de día, por lo que le propuso unir su vida con la suya en matrimonio. Para Mamal Urqu le pareció que la existencia comenzaba desde aquella noche, toda la suprema dicha rebosaba en el corazón enamorado; aunque en ese momento una cruel sospecha asaltó su corazón.
La mañaka de Mamal Urqu se anunció por toda la comunidad de Andamarca, pero los habitantes se mostraron indignados al enterarse que Willi-Willi, era forastero y su tradición no admitía que los comunarios contrajeran matrimonio con personas forasteras.
A este punto los habitantes no dejaron de asistir en gran número para poner tenaz oposición a la mañaqa de Mamal Urqu. Tal era el desprecio que sentían los padres de Mamal Urqu por Willi-Willi, que conforme iban conociendo la cultura de Chipaya a la cual pertenecía éste, más aún era el desprecio.
Esa noche fue llena de tristeza para Willi-Willi, como para Mamal Urqu. La mañaqa había quedado sin efecto, sin embargo ambos no se resignaban a perder toda esperanza.
A la mañana siguiente, los enamorados de nuevo se encontraron en el recinto de costumbre, pero esta vez tomando ciertas precauciones. Mamal Urqu tenía la frente pálida como el cirio; la mirada herida por la tristeza que abraza su corazón; las mejillas y los labios sin color. Nubladas las facciones por una profunda pena, todo su rostro manifestaba amargura. Willi-Willi reconoció la causa de esta pena que padecía su amada.
Willi-Willi al igual que Mamal Urqu, sabían que esta tenaz oposición de la comunidad a su matrimonio, iba más allá de lo que ellos conocían.
En estas circunstancias, la ley de la comunidad de Andamarca, no reconocía otra que no sea la suya propia. Conociendo muy bien esto, entre los dos jóvenes quedó sellada la promesa de sufrir juntos el desprecio de la comunidad de Andamarca e incluso la muerte misma que pudiera sobrevenir.
Desde ese momento, Willi-Willi se vio acosado frecuentemente, a su paso la gente lanzaba blasfemias en contra de su nombre. Unos cuantos se atrevieron a agredirlo físicamente. Por su parte, Mamal Urqu estaba privada de toda libertad. Vanos habían sido los esfuerzos para huir de su cautiverio, esto la hacía sufrir aún más. La falta de comunicación no permitía saber la situación en que se encontraba Willi-Willi.
La separación forzada fue un verdadero castigo para las almas enamoradas, entonces Willi-Willi se armó de coraje e irrumpió a escondidas en la morada de Mamal Urqu, raptarla y huir juntos a otras tierras.
Rápido como el viento, la noticia se expandió por toda la comunidad de Andamarca. Revelando que Willi-Willi y Mamal Urqu habían huido. Esta acción enfureció el pecho y el corazón de Kuti, padre de Mamal Urqu. Le crujían los dientes de ira y le crispaban de rabia sus manos.
Muy lejos, Willi-Willi y Mamal Urqu de nuevo disfrutaban de lo hermoso que constituía la felicidad de estar jun-tos, después de haber experimentado la cruel sensación de la separación. Su huida de la comunidad de Andamarca en verdad había sido movida por el sentimiento de amor ahora la pareja se hallaba en el cerro Chikupaya a salvo de toda amenaza.
Sin embargo, muy pronto notaron los efectos de la escasez de alimentos. Al final no tuvieron nada que comer. Mamal Urqu era la más afectada. Willi-Willi se resignó a morir, privándose de alimentos con tal de saciar el hambre de su amada. Mamal Urqu.
Cuando el gemido de la súplica se iba ahogando vieron la silueta de una mujer vestida de un amplio manto negro; era Chikupaya, la diosa de la cumbre quien se adelantó a exclamar, movido por la bondad de su sensible corazón:
— Me llamo Chikupaya. En verdad, me ha conmovido en gran medida la situación por la que están atravesando.
Mamal Urqu, respondió luego con llanto en los ojos -Señora Chikupaya, mi corazón te implora con humildad que alivies nuestro sufrimiento, no tenemos qué comer.
Estas frases lastimeras de Mamal Urqu parecían haber tocado las fibras más delicadas del bondadoso corazón de Chikupaya, por lo que agregó:
— Vayan colina abajo, allí encontrarán un rebaño de Wanacus que son míos y ahora serán de ustedes, con ellos irán al valle a proveerse de maíz que sembrarán en estas tierras y harán de ellas un valle fértil.
— Nosotros no hemos hecho nada para merecer semejante regalo, -balbuceó Willi-Willi profundamente alborozado, -pero mi corazón te agradece gran señora.
Cuanto más conocían a Chikupaya, más la admiraban y agradecida se mostraba la pareja por tan noble merced.
— Solo una promesa tendrán que cumplir, no esquilarán el pelo de los wanacus por ningún motivo. Su pelo tendrán que defenderlo con la vida.
— Así se hará gran señora Chikupaya, -de este modo el efecto bondadoso del corazón de Chikupaya halló eco en ellos.
Al atravesar la colina, pasearon la mirada por el rebaño de wanacus quedando maravillados sus ojos.
Aquellos ojos nunca habían visto semejantes Wanacus. Primero llamó la atención poderosamente su abundante pelo, brillante y sedoso; seguidamente su robusto talle de cuarenta y cinco Wanacus, de aspecto muy hermoso.
Movido por ese sentimiento, Willi- Willi volteó la mirada para agradecer a la misteriosa mujer por tan noble merced, pero ella había desaparecido.
Saliendo del cerro Chikupaya, la pareja tomó el camino rumbo al valle de Chuquisaca cumpliendo de ese modo con el designio de Chikupaya.
La primera comunidad que se impresionó a primera vista al ver el fino pelo de los Wanakus, fue la comunidad de K'ulta a cuyos ojos se ofrecía divino el brillo suave de su pelo. El Sol iba a esconderse en el ocaso, cuando la pareja llegó a la comunidad de Tomina en Chuquisaca. Multitud de personas se impresionaron al ver a su paso a los Wanacus,
En la comunidad de Tomina, los comunarios no dejaban de ofrecer grandes cantidades de maíz a cambio del pelo de los Wanacus. Uno de estos lugareños, movido por la codicia, le ofreció un puñado de monedas de plata, ante lo cual Willi-Willi se sintió atraído. Sus ojos no habían visto jamás tantas monedas juntas.
-No te imaginas cuántas maravillas puedes comprar con estas monedas, sin duda vivirás en comodidad, no habrá porque sufrir más hambre, -le dijo el comunario-
— Entonces toma todo el pelo de los Wanacus a cambio de esas monedas de plata, -respondió Willi-Willi, quien juzgaba que esta era la mejor venta de su vida, pues su ambición no le permitía reflexionar.
Mamal Urqu, no tenía autoridad para realizar una tenaz oposición. Ella estaba sujeta a la voluntad de él, según el uso y costumbre de la comunidad de Andamarca. En consecuencia Mamal Urqu, no atinaba a comprender cómo en un momento de ciega ambición, se borrara de la mente de Willi-Willi la promesa que hicieron de no esquilar el pelo de los Wanacus por ningún motivo, y defenderlos con la vida.
A su retorno la pareja atravesó una colina, para llegar al lago Wayllatiri, allí por la orilla del lago se asomó la figura de una mujer, era Chikupaya quién al examinar a los Wanacus, quedó horrorizada de la suerte que habían corrido en manos de la ambición. No pudo menos que encender su corazón de ira.
A este punto, Willi-Willi bajó la cabeza como si fuera alcanzado por un mazo y se arrojó a los pies de Chikupaya.
— Perdón señora Chikupaya, perdón, te he desobedecido, -dijo Willi-Willi con voz temblorosa. — Rompiste una promesa y tendrás que pagar por ello, -respondió Chikupaya.
— En verdad me pesa mi culpa, de la cual me arrepiento.
Obedeciendo a la señal de Chikupaya, el rebaño de Wanacus de pronto se sumergió raudo en el lago Wayllatiri y con ellos Chikupaya.
El castigo de Chikupaya afectó tanto a la pareja, que permanecieron inmóviles cuyos ojos ensanchados de miedo brotaban lágrimas saladas en gran cantidad que al solidificarse formaron enormes montañas.
Willi-Willi al igual que Mamal Urqu, hicieron un esfuerzo sobrehumano a fin de no convertirse en montañas de sal, pero era inevitable, entonces lanzaron un gemido ronco y cayeron sin sentido.
Resumen
Chikupaya, hija de Wayllatiriy de Ch'araqe, deidad de la beneficencia, quien se apareció tomando forma humana, a una pareja, para obsequiar un rebaño de Wanacus. Estos movidos por la codicia vendieron su fino pelo, que les estaba prohibido. Así rompieron su promesa.
Anoticiada de este hecho Chikupaya, se encolerizó al punto de convertirlos en unas montañas de sal.
Layra Parla.
Cuentos e historias antiguas de Huari
Santiago de Andamarca
María Luisa Valda de Jaimes Freyre
La conocida fábula de la Guallata y el zorro, varía según los lugares donde lo refieren y una de esas es la siguiente:
Vanessa Isabel Magne Calizaya
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La montaña Tata Sabaya vivía en compañía de Cabaray, Sayani, Coipasa y otros cuidadosamente atendidos por las chinchillas, las vicuñas y avestruces.
Itza Terrazas Herbas
Según la leyenda, existía en la región una hermosa doncella de nombre Kariquima, ella pasteaba todos los días a su ganado, su hermosura no pasó desapercibida y el Mallku Tata Sabaya, como el Mallku Sajama, quedaron enamorados de la joven.
Tata Sabaya, animado por los yatiris envió una nota de corte a la joven, la misma que fue aceptada con grato placer por la doncella la que veía con agrado la pretensión del enamorado.
Julián Barrientes Soria
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Transcurrieron varias semanas en la estancia de Quilchara, situada a pocas leguas de Corque, que fue teatro de esta historia.
María Frontaura Argandoña
El señor Kirkinchu se preparaba para la gran fiesta de su pueblo ya que era el Consejero Mayor. Debía presentarse con elegancia sin precedentes.
Y así, una mañana, fresquita por el viento permanente de la puna, se puso en medio del río y comenzó a tejer su llijlla para echársela a la espalda el día de la gran fiesta.
La misa había concluido y al recogerse a sus hogares, doña Filomena, esposa de un exitoso azoguero de "poca monta" y doña Bárbara esposa de un rico comerciante en ropa y adornos del oriente; junto a doña Remedios mujer solterona, herenciera de buenos caudales y muy beata; caminando todas estas damas comentaban pasajes litúrgicos nocturnos y de curiosidad entre ellas.