El gobierno de Gutiérrez Guerra vivió en la zozobra permanente.
El término “salvajes” es el que conservadores y liberales acuñaron para referirse a los pueblos indígenas del oriente. Así se consignan en el censo y así se conceptuaron. Esto implicó una categorización de inferioridad en relación al mundo “civilizado” y dos acciones concretas. La de los religiosos (las misiones jesuíticas de la colonia fueron sustituidas sobre todo por las franciscanas) que mantuvieron la política de catequización e inserción en el mundo occidental y cristiano por métodos pacíficos. La del estado y sobre todo particulares con intereses económicos, que abrieron fronteras, expulsando a las tribus de su hábitat original y eventualmente destruyéndolas.
El caso de los chiriguanos fue dramático. Esparcidos en los departamentos de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, cansados del despojo de tierras y explotación de su trabajo, iniciaron un levantamiento masivo en enero de 1892. Liderizados por el cacique Tumpa se enfrentaron a los colonizadores y los derrotaron en varios encuentros (Mandiyuti) Santa Rosa, por ejemplo). Llegaron hasta Camiri donde mataron a varios pobladores.
El prefecto de Santa Cruz Saulón Vaca organizó una fuerza armada de 1.700 hombres, entre ellos varios indios aliados de la región. El 27 de enero se produjo la batalla en Santa Rosa. González derrotó a las fuerzas de Tumpa que perdió más de 500 hombres. Tras la batalla, el prefecto ordenó el incendio de los campamentos y la ejecución del enemigo, incluidos mujeres y niños. Las armas de los “pacificadores” eran muy superiores y se impusieron. La región quedó controlada pero los chiriguanos fueron casi exterminados.