Testimonio - descubrimiento del Cerro Rico de Potosí

Carlos Bravo Molina

El día 31 de diciembre de 1562, se encontraba en Potosí el Virrey de los reinos del Perú y Tierra firme Don Francisco de Toledo; juntamente con él se hallaban el Presbítero Rodrigo de la Fuente, cuando se acercó un indio al Virrey con una petición y le dijo que era hijo del primer indio que había descubierto plata en el Cerro de Potosí. El Virrey mandó al referido La Fuente, que hiciese una información de la verdad de lo dicho.

En cumplimiento de esa orden, el comisionado se constituyó en una casa que estaba situada en la Ranchería cerca a la ciudad.

Allí encontró a un indígena anciano, como de setenta años que estaba enfermo en cama hacía días; era de buena disposición y aspecto y de mejor razón y entendimiento. Sus nueve hijos rodeaban su lecho, cinco de ellos mujeres, todos en edad madura y también con hijos.

En presencia de Don Diego Conde Huallpa Inca, natural de Urcos en el Cuzco, de Pedro Huallpa natural del Cuzco, de Francisco Hacha Angara y del intérprete Jerónimo Hernández que era muy ladino para el aymara y el quechua, el Presbítero La Fuente hizo al anciano varias preguntas que fueron completamente satisfechas.

De la relación que escribió aquel, tomamos los datos que nos han servido para contar enseguida y en breves rasgos, la vida interesante del descubridor de Potosí.

Diego Huallpa era natural de Chumbibilca del llamado Yanqui, del repartimiento del licenciado Benito Xuarez de Carvajal, en los términos del Cuzco, su padre era un indio principal nombrado alcaxuca, del ayllu de Anansaya. Nues-tro protagonista llamábase Huallpa, en su bautismo tomó el nombre de Diego.

Cuando los españoles cometieron la alevosa acción de Cajamarca, estaba al servicio del Inca Huáscar; tendría entonces más de 25 años y permanecía en Chumbibilca. Luego que los conquistadores se dirigieron al Cuzco, la curiosidad de ver "qué gente era" lo llevó allí juntamente con otros indios. Se puso al servicio de un soldado Cardozo, oriundo de Portugal y le sirvió mucho tiempo; Huallpa se aficionó de este soldado por parecerle "en su aspecto y persona, señor". Viajó con él a Porco, donde se decía haber mucha plata. En la época de los Incas había sido ya explotado este asiento minero, indudablemente una gran parte de la vajilla que usó Atahuallpa, estaba trabajada de la plata extraída de las minas de Porco.

Un día Cardozo le dio una carta para que llevase a unos soldados que estaban en Chuquiavo (ciudad de La Paz); Huallpa cumplió el mandato, pero con grave detrimento de su persona porque luego que los soldados se impusieron del tenor de la carta se enojaron mucho, y para desfogar su ira echaron al mensajero unos perros para que le mordiesen. El infeliz, recibió bastante daño con al aperreo, tanto que estuvo a punto de morir y no pudo volver en mucho tiempo donde estaba. Éste averiguando del paradero de su querido Huallpa, supo lo ocurrido y se encamino de Porco a La Paz, oyó de boca de su desventurado sirviente los maltratos que había recibido, y cómo había sido apedreado.

Cardozo escuchó los detalles con grande alteración y para vengar la ofensa, buscó a los que habían inferido a Huallpa tal daño, riñó con ellos, mató al uno e hirió al otro; con esta acción obligó la gratitud del criado.

Por negocios favorables que ofrecieron a Cardozo, tuvo que dejar la provincia de los Charcas y de consiguiente el asiento de Porco para dirigirse a la ciudad de Los Reyes (Lima); Huallpa quedó al lado de un amigo de Cardozo, un soldado Martín. Con el nuevo amo vivió algún tiempo en rescate y granjerias.

Los soldados Marcos Xaramonte, Alvaro de Olmedo, Gaspar Montecinos y Juan Camargo, hicieron en compañía de Huallpa una expedición para catear Sorojche (galera argentífera) en una loma que estaba junto al Cerro de Potosí; ese lugar se llamó después Asientos de Gonzalo Pizarro. Cuando estuvieron en aquel paraje solitario, le dijeron a Huallpa:

— Ves aquel cerro y en lo más alto de él hallarás plata labrada y oro ofrecido a la huaca que en él está.

Subió al cerro acompañado de un otro indio; con dificultad llegaron a la cima del Potosí, por ser bastante áspero el camino y vieron que su meseta era efectivamente adoratorio de los indios de la comarca, puesto que encontraron algunas cosas ofrecidas a la huaca. Huallpa recogió todos esos objetos que era de poca importancia, los envió con su compañero a los españoles que se había quedado en los Asientos de Gonzalo Pizarro; por este motivo, Diego se separó de aquel se detuvo solo en el cerro.

Se dice que son muy fuertes los vientos que dominan en la cumbre del Potosí.

Al bajar de ella, un golpe recio de viento dio con Huallpa en tierra, le hizo perder el sentido y permaneció algún espacio de tiempo sin recobrarlo. Luego que volvió en sí, miró por todas partes para ver si volvía su compañero que también se llamaba Huallpa y era yanacona de Marcos Xaramonte; éste y los demás expedicionarios no le aguardaban, porque se habían marchado a Porco.

Las cosas que hemos referido hasta aquí, nada tienen de inverosímil; llega el momento de la hipérbole, siguiendo aquella relación de donde tomamos estos hechos, sabrá el lector que: para levantarse Diego tuvo que incorporarse, con este motivo, asentó sus manos en la tierra y dejó en ella señal "a manera de la que suelen hacer cuando se ponen sobre lo que bien pisado". Conoció ser metal de plata sobre lo que había puesto las manos

Tomó del hallazgo una cosa como de ocho o diez marcos, se bajó del cerro en busca de los cuatro españoles y como no los encontrase, siguió el camino a Porco; cuando hubo llegado allí mostró a Alvaro de Olmedo el metal y le contó lo sucedido. Olmedo no dio crédito a la nueva comunicada por aquél; juzgaba imposible que del Cerro de Potosí se hubiese traído muestra tan rica.

Huallpa replicó que sí Olmedo quería ver la verdad, fuesen juntos a verla. A la insistencia del indio se debió el que Olmedo se resolviese ir con él a Potosí. Con dificultad hicieron el ascenso hasta un lugar próximo al del hallazgo, cuando principió la borrasca de viento se llevó la capa y el sombrero de don Alvaro, lo echó en tierra y lo dejó bastante contrariado.

Dice Huallpa que Olmedo tomó gran disgusto y le pesó de haber venido, porque temió estar en aquel lugar no frecuentado por españoles; como final del incidente, no quiso llegar donde le indicaba que era el lugar en que se encontraba el metal, más bien dio al indio de bofetones y le tiró de los cabellos.

Con esto bajaron sin lograr su objetivo y luego que hubieron llegado al lugar que hoy se llama Huaina Potosí, Olmedo le dijo a Huallpa:

— En este lugar hay minas de plata, no donde me llevaste, que no hay sino supayes o demonios.

Llegando a Porco, Huallpa le dijo al español: -- Toma la mitad de este metal y fúndelo.

Y él se quedó con la otra parte. Como don Alvaro fundiese el metal obsequiado, se le fue en humo todo, sucedió al contrario luego que Huallpa fundió su parte, echando en ella algo de sorojche, sacó tanta cantidad de plata como metal había fundido.

Pasados veinte días después de estos sucesos, Huallpa volvió al Potosí, al mismo lugar del hallazgo y encontró que: "encima de la tierra estaba (el metal) a manera de sebo regalado (así) del Sol". Lo juntó con un palo y echó alguna cantidad en un costalejo, se bajó y se fue a Porco, donde fundió el metal y sacó plata fina.

Tenía Huallpa un amigo y compatriota llamado Chalco natural del pueblo de Accha en el Cuzco, a este comunicó haber hallado mucha riqueza de plata en el cerro de Potosí y le mostró lo que tenía en su poder. Chalco quiso convencerse de la verdad e importunó a su amigo para que fuesen al lugar donde había aquel metal.

A tanta insistencia y perseverancia de parte del indio con su compadre, fueron efectivamente al cerro de Potosí. Chalco se convenció del lugar de donde Diego había sacado la plata; ambos recogieron el metal que tan a mano estaba y cargados con él se volvieron a Porco; la fundición les produjo casi tanta plata como el metal que habían llevado.

Chalco era yanacona de Lorenzo Estopiñan y con otros indígenas que tenía a su servicio en Porco, lo dejó a Diego Villarroel, natural de Medina de Campo, que era su mayordomo para que los ocupase mientras Estopiñan iba a la ciudad de Los Reyes, Chalco comunicó a Villarroel lo que había visto en el Potosí y le mostró la plata que había sacado en compañía de Huallpa.

Un día, vio éste que venían del camino de Potosí: Villarroel, Gonzalo Bernal, Juan de Portillo, españoles, Chalco y otros indígenas más. No cabía duda, habían ido a Potosí y quedaron satisfechos de la afirmación del yanacona Chalco. El secreto de Diego Huallpa pertenecía desde entonces, al dominio público.

Diego de Villarroel hizo registrar en Chuquisaca la mina llamada Descubridora (21 de abril de 1545), que está en la veta que después tomó el nombre de Centeno, en homenaje de Diego Centeno que a la sazón era Justicia Mayor de Chuquisaca y envió setenta y cinco hombres que fueron los primeros pobladores de la Villa Rica Imperial de Potosí.

Cuando se divulgó el descubrimiento de las minas de Potosí, los españoles residentes en Porco, unos fueron a catear personalmente y otros lo hicieron por medio de sus yanaconas. A poco tiempo se construyeron las primeras casas y el creciente asentamiento poblacional. Todos con el fin de explorar la riqueza hallada.

Pedro de Fuentes descubrió la veta Rica y la hizo registrar; Juan Sánchez la veta del Estaño; Rodrigo de Benavente, descubrió la veta que se registró con el nombre de Mendieta. Estas tres vetas y la Centeno fueron las más principales productoras de plata de Potosí.

Don Diego Huallpa, primer descubridor del famoso mineral de Potosí

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