Origen de la Cueca

Materia de eruditos ha sido siempre el analizar y discutir el origen de este hermoso baile típico nacional que llamamos la Cueca.

Existen diferentes opiniones a cerca del origen de la Cueca, muchos afirman que es la Jota, aquel baile y canto popular aparentemente originario de Aragón, tal como la afirma Felipe Pedrell.

El Groves Dictionary recoge la versión del moro Aben Jot del siglo XII y de otros autores que atribuyen el origen de la Jota el Canario sin aventurarse a entregar datos.

En cuanto a los investigadores folkloristas y autores, muchos han escrito sobre el tema. Serafín Estevanez Calderón, quien sostiene que la Jota, por su compás, sus accidentes y mudanzas proviene de Grecia.

Curt Sachs, que refiriéndose al Canario, nos dice: servirá mas bien para confirmar el hecho de que la dance des Canaries debe de haber procedido de las Islas Canarias a través de España hasta llegar a Francia. En la misma España considera al canario como el padre de la Jota.

Otros como vicuña Mackenna aseguran origen negro a la cueca, que suponen trasplantada de África. En cambio Carlos Lanvin, Pablo Garrido y Luis Alberto Sánchez, se inclinan por el carácter africanizado de este baile.

Sin embargo, los estudios del folklore, concuerdan en que fue introducido en Chile, por los negros de Guinea de paso al Perú, a donde eran llevados rara trabajar los campos de algodón. Después de cruzar el macizo andino, los hacían pernoctar y recuperar fuerzas antes de continuar su itinerario en la localidad de Quillate cercana a Santiago. Todo parece indicar que esta misma corriente atrajo a Bolivia este ritmo que lógicamente ha ido adquiriendo personalidad propia de acuerdo a las costumbres y cosas nuestras, hasta convertirse en la Cueca Boliviana.

En aquellos años se conoció esta danza con el nombre africano de “Larjate”; el chileno de la época lo oyó y le gustó su ritmo; se dio cuenta que el son de las guitarras, seguidas de palmoteos, encajaba por su manera de ser y su idiosincrasia adoptándola de inmediato para si luego tuvo cambios en su forma y ritmo, también en el nombre, y pasó a llamarse Zamba — Clueca, luego de algunos procesos coreográficos se llamo Zamba Cueca, y una vez que alcanzó el grado máximo en métrica, ritmo y coreografía, pasó a llamare simplemente Cueca.

Al embarcarse en Valparaiso, y ya en el Perú la cueca se radicó en el festivo barrio de Malambo (Lima), y se le conoció con los nombres de Zamba, Moza Mala, Zamacueca y, finalmente con el nombre de “La Chilenita”. Solamente llegó a llamarse “Marinera” cuando estalló el conflicto armado con Chile; de esta manera se cortaba todo vínculo y contacto espiritual que una a Chile con el país del norte.

Pero en fin donde nace la Cueca. Quizás la engendra otro continente, África, en Europa, como ya explicamos, donde nace, es en América, como patrimonio de varios países y sus pobladores, con características expresivas propias.
Por estas razones pienso que la Cueca es una creación popular y que es aventurado llamarla hija de la Jota. Creo que más bien seria una hermana de ella, pero repito, no podemos asegurar procedencias por parecidos.

Sin embargo, entrando en el terreno de los sentimientos humanos, naturalmente heterogéneos y factores sociológicos, surge la gran interrogante:

¿Que es la Cueca?

Es una danza insustancial como dice Saint Loup? , es un sedante desabrido para consuelo de frustrados?, o es la significación, a la vez monumental de los que somos los bolivianos en realidad?

La Cueca Boliviana es académica, picaresca, canta al amor, al desengaño, a la tristeza, particularmente a los estados del alma o sentimientos que preocupan al hombre; en otros términos constituye un manantial de grandeza, capaz de conmover a las piedras. Es nuestra Cueca nacional, hoy renace en todos los círculos de la sociedad boliviana.

Estamos muy seguros del estrato social donde nacimos y permanecemos, ésta fue la fuente suprema que nos insufló el genuino amor a la patria, a la que amamos desde nuestra infancia, con sus indios y mestizos, a los que les era prohibido practicar libremente la música Nacional en los centros poblados. Sin embargo, hoy llega a pesar de las depredaciones, como una tarjeta de presentación muy propia de Bolivia, pese a las depresiones de orden artístico y cultural sufridas, manteniendo en inmanencia en el Cono Sur de América y otros continentes.

La cueca sencilla en su estructura, se ha cobijado como no podría ser de otra manera, en el alma del pueblo que la canta y baila, las más de las veces con devoción, junto al charango que, sólito él, o acompañado por alguna comedida guitarra, concederá su parte de ahí que la imaginación de nuestros pensamientos discurre por los parajes insondables de la meditación.

Cuando se comprende la trascendencia de la cueca en nuestra nacionalidad, surgen aquellas imborrables remembranzas de jocunda en los atardeceres polícromos o en las noches de bohemia.

Cuanto nostalgia al recordar la cueca y su letra inolvidable en el de ambular nocturno de la cálida noche Chuquisaqueña, en el frígido amanecer Potosino, en las tenidas noches Paceñas o en la trasnochada Orureña.

En esta ocasión es menester recordar y citar en estrecha y fecunda amistad al compositor Orureño, don Víctor Flores Barrientos, quién solía analizar el inmenso acervo folklórico de la cueca, para cuya catalogación hace falta más de una vida. Románticas, picarescas, sociales, cívicas, épicas e inclusive políticas.

En una de sus muchas interesantes investigaciones, él nos habla de las distintas variedades de la cueca:

Para aquilatar la esencia de la cueca desde el punto de vista de la técnica, pero tan trascendental en significados, hay que cantarla, o cuando menos oírla cantar especialmente de artistas consumados de grandeza de espíritu y dinamismo.

Uno de los motivos dignos de reivindicación en la cueca, es el connubio del anhelo indio y la intrepidez hispana, como muy bien anota Profirió Díaz Machicao, al hablar de las principales danzas criollas de nuestro ambiente occidental.

Don Humberto Viscarra Monje, Asegura que el nativo de Bolivia, copió los bailes de España y falta de castañuelas, suplió el que hacer las manos con el pañuelo.

En este caso conviene deducir que toda danza siempre se acompaña con instrumentos artificiales o naturales, ya sea con las palmas, castañetas canto silbidos: la flor el pañuelo o abanico, para suplir un instrumento.

El pañuelo no es otra cosa que un subrayado de lenguaje del brazo y de la mano de los bailarines, siendo diferente la noticia que se da de las cortes españolas de los siglos XVI y XVII, donde se habla de las damas que eran llevadas con un guante o pañizuela al lugar donde se ejercitaba aquellos bailes de sociedad; aquí el uso del pañuelo o del guante solo servían para evitar el contacto de los dedos entre dama y caballero.

Por mi parte la cueca es la afirmación de un bello nexo de unión americana, que camina sobre las líneas fronterizas, desdeñándolas. En tanto su pañuelo revolotea y se agita como una bandera libertaria de cada uno y de todos los pueblos de nuestra América.

La cueca por cualquier origen o corriente que haya sido atraído a Bolivia a superado etapas de reformas hasta adquirir sello personalísimo. La cueca es hoy parte de nuestra nacionalidad, definitivamente adoptada en los salones aristocráticos; donde su movido ritmo despierta el entusiasmo del público.

La forma musical de esta danza está escrita en ritmo de 6/8. En medida de tiempo la cueca abarca, 16 compases básicos o técnicamente distribuidos más la introducción, nos da exactamente 90 segundos de satisfacción.

Consta de una Introducción generalmente de 8 compases, con una parte expositiva, una intermedia más dulce, llamada Quimba, y otra Repetición de la primera parte, para darle digno remate de alegría desbordante.

La introducción será de quienes han de protagonizar el drama del amor. Vueltas airosas con los pañuelos en alto, nos evocan el romance en que varón y mujer han de definir la vida, la Quimba es la afloración de los atributos del entendimiento, la comprensión entre ambos o será también el brote de pasiones mal contenidas, porque, así indican las miradas de los bailadores, mientras los músicos y asistentes están ajeno a lo que ocurre en la menuda pista de baile. Sin embargo, esos atributos y estas pasiones se enfervorizan al ritmo del jaleo y de pronto podrá haber un cociente; en varón arrodillado ante su pareja y vencido por el amor puro; o el divorcio de dos almas que en adelante acaso tengan que sufrir porque el destino les fue adverso, rubricando la cueca que en los dos casos sentencia inexorable.

Si de veras quieres conocer el alma de bolivianidad, ahí tenéis la cueca. En ella canta, sonríe llora y suspira el pueblo. Por este motivo, es menester recordar a los más connotados cultores de la creatividad musical de la cueca, cuya letra y música nos conmueve el sentimiento de nacionalidad y hacemos honor en el recuerdo a Don Simeón Roncal, Miguel A. Válda, José Lavadenz. Es de este modo que ruedan ya anónimas cuecas de Claudio Peñaranda, Nicolás Ortiz Pacheco, Ovidio Céspedes, Rafael García Rosquellas, Octavio Campero Echazú, Porfirio Díaz Machicao, Luis Mendizabal Santa Cruz, los cuales también nos han legado cuecas memorables.

Asimismo, se reconoce a otros talentos que vibran en la mente de la juventud y de todos los presentes: Don Elias coronel, Antonio Auza Paravicini, Gilberto Rojas, Néstor Olmos, Ricardo Cortés Cortés, Pato Peñaranda, Jaime Medinacelli, Apolinar Camacho, Nilo Soruco, Francisco Cuellar, Víctor Jiménez, Matilde Casazola y otros.

Cuando deseamos hacer folklore en su genuina ubicación tenemos como ejemplo el testamente del gran polígrafo mexicano Alfonso Reyes, quien señala que el trabajador de campo deberá recoger los motivos folklóricos tal como son, aunque contengan disparates.

El mérito y la modernidad está en este tipo de trabajo, lleno de sacrificios en la estructura real y objetiva del material popular; el que sin embargo nos trae gozo: al respecto; mostrando los contenidos; pues resulta evidentemente que la cueca es esencialmente de cuna sureña esparcido a otros confines del país.

Es esta la ocasión para apuntar en materia de folklore, para significar al pueblo, una clave para comprender el saber vivo de la cueca, en lo cual uno puede reconocerse asimismo, de cuanto pueda tenerla un colofón estampado en oro para la patria y su pueblo como un factor en la constitución de la Cultura Nacional.

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Este ritmo es de genuino origen Mojeño (Beni) y del territorio del Norte (Pando).

La etimología nos informa que la palabra taquirari - designación posterior por evolución semántica del idioma, proviene de la voz Moxeña “Takirikire”, que significa flecha. Esto quiere decir que el taquirari es una danza a la flecha. Con la cual los aborígenes exteriorizaban su homenaje a tal arma que les aseguraba el sustento diario, y a la vez les permitía defenderse de sus enemigos.

Kaluyu

Es una de las formas que han supervisado e influenciado la actual música boliviana, aunque, según las regiones, adquiere diferencias apreciables; por ejemplo, el kaluyo vallegrandino, es distinto del que se practica en las parcialidades andinos alejadas de los centros urbanos. El kaluyu tienen mucho que ver con los elementos de la Zama - Cueca en su donaire y del huayño en su rítmica. Alegre como toda música aborigen danzable.

Mecapaqueña

El huayño, forma musical y coreográfica generalizada data de la época del Incario, de alegría y belleza singulares, por su delicadeza, agilidad y gracia estéticas, como especie musical pertenece al cancionero pentatónico, danza palaciega lírica más completa del Indio Quechua, llegó a un nivel muy alto dentro de las preocupaciones culturales del imperio, depurando sus pasos, creando nuevas figuras y adquiriendo un ritmo elegante y fecundo, se lo baila en pandilla con diversas figuras, de carácter social más común de la zona andina.

Es una canción derivado de Arawi; es la música culta de la época colonial, es una producción dulce y melancólica, en lo que se expresa un profundo romance, es lento en compás ternario y trasunta los sollozos, el dolor y la pena de la raza andina. En todas estas formas, hay religiosos y profanos. La cristianización de los aborígenes en el periodo colonial utilizó la música para propagar la fe, haciendo cantar los himnos y cantos religiosos en tonadas incaicas, tanto de carácter alegre como lento.

Fue una fiesta de carácter agrícola vinculada con los cambios de la naturaleza, o estaciones, como puede comprenderse en el calendario indígena, correspondía a la época de la siembra entre los meses de agosto y septiembre (solsticio de primavera).

Sea cualquiera la razón, este despertar nacional como podemos observar sin dificultad alguna es instintivo y no obedece a ningún síntoma exterior. Estamos muy seguros que en este solo enunciado de nacionalidad han de insurgir hasta con coherencia, aquellas invariables escenas de jocunda o el sentir psíquico del pueblo reflejado en los atardeceres polícromos, o en las noches de bohemia a través de su música, nos cautiva, cuanta nostalgia al rememorar éste y aquel bailecito, aquella letra inolvidable.