El Bailecito Boliviano

Sea cualquiera la razón, este despertar nacional como podemos observar sin dificultad alguna es instintivo y no obedece a ningún síntoma exterior. Estamos muy seguros que en este solo enunciado de nacionalidad han de insurgir hasta con coherencia, aquellas invariables escenas de jocunda o el sentir psíquico del pueblo reflejado en los atardeceres polícromos, o en las noches de bohemia a través de su música, nos cautiva, cuanta nostalgia al rememorar éste y aquel bailecito, aquella letra inolvidable.

Si de cristales fueran, morena
Los corazones
Que clarito se vieran, morena
Tus intenciones

O bien:
Yanqa nini ai sonqoita
Amaña munaychu nispa
Paillapuni kanqa nispa

En estas frases estropeadas por los años, oídas con diferencia por los menos, y porque el día es propicio vaya nuestro recuerdo y gratitud a nuestra madre, que en el altiplano acunó nuestros primeros días, y al padre valluno y arriero de mil caminos que nos enseñó a amar, y que heroicamente mantuvo incólumes nuestras viejas tradiciones. He aquí la naciente del amor a lo nuestro.

Dígame señor platero
cuanta plata es menester
para encasquillar los cuernos
que me ha puesto esta mujer

o en cambio:
Imapuni chai sonqoiki,
uchú cutana rumichu?
chicata munakusujti
manapuri nihuankichu?

Para valorar la esencia de este genero musical desde el punto de vista de la técnica, pero tan trascendental en significados, hay que cantarlo, o, cuando menos oírlo cantar.

Enrique Saint Loup, que en un estudio de hace años no le hace el más mínimo favor a la cueca dentro de las investigaciones de orden folklórico, afirma que nuestros antepasados en el sud de lo que ahora es Bolivia, se solazaron hacia 1800 con él “Cuando” y el “Gato” procedentes de la Argentina, a los que se juntó — desde luego en territorio Altoperuano - el "bailecito de tierra" cuyo enunciado se simplificó a “bailecito”. Saint Loup oficia de detractor de la cueca; y también del bailecito cuando hablaba de los pasos de danza, y basándose en la historia ellas eran harto desabridos. Es indudable que así debió ser. Ello ocurría hacia el año 1800. Y circunstancias adversas, ha debido haber muchas.

Sin embargo, abstracción hecha de la danza, al conjunto de la entonación de bailecito, las montoneras guerrilleras de los quince años, hicieron historia a sangre y fuego desde el 25 de mayo de 1809 cuando ya se cantó:

Ahí viene Pizarro
por el empedrado
derramando chispas
como un condenado

Otra dimensión entra en fuego cuando desde el instante solemne del 6 de agosto de 1825, en que se rubricó el nacimiento de Bolivia y aún, hasta ver morir a Juana de América, la inmortal Azurduy, en el tabuco de la ingratitud nacional deuda no redimida hasta ahora.

Entre tanto enfocamos que el compás del bailecito las vivaques del Ejército, mejor, del Pueblo en Armas, los soldados obedecieron a Santa Cruz y Ballivian, para triunfar. A su ritmo ágil y fácil de asimilarse en las mentes de tropas insultas pero valerosas, nuestro Ejército escribió sus glorias y derrotas en las dramáticas paginas del acontecer boliviano.

Como vemos, está planteado el dilema de la supervivencia de lo nacional, de lo auténtico, tanto versos estampados en el libro del olvido. Entrando a lo nuestro:

¿Que es el Bailecito?

¿Es una danza insustancial como dice Saint Loup?.
¿Es un motivo musical para simple uso de gentes populares?.
¿Es un punto de arranque para desgranar una sucesión de musical cornucopia?.

El bailecito boliviano encierra una ansiedad, un reclamo amoroso, una nostalgia, la fatal despedida, la broma y la mención aviesa, y hasta la verdad histórica, siendo las lágrimas, las risas o únicamente la meditación personal, propia y difícil de confundirla, hábilmente estructurados por músicos y letristas con conocimientos técnicos en toda la extensión de la palabra.

La forma musical de está danza esta escrita en ritmo de 6/8. En medida de tiempo el bailecito abarca 16 compases básicos que técnicamente distribuidos, más la introducción nos da exactamente 45 segundos de satisfacción.

Para hacernos de esta manera a lo nuestro; la Introducción interpreta la búsqueda del motivo a ser expuesto, la ubicación de la mente en un punto de partida hacia culminación de gozo, de quiénes han de protagonizar el drama del amor.

La introducción da paso al tema, tanto más bello, cualquiera sea el fondo de él cuanto más aflatadas y emotivas sean las voces, vueltas airosas con los pañuelos en alto, nos evocan el romance en que el varón y la hembra han de definir la vida.

La Quimba hará vivir al oyente experiencias que luego perduran en la afloración de los atributos del entendimiento, la comprensión entre ambos. Sin embargo esos atributos y estas pasiones se enfervorizan al ritmo del jaleo que luego perdurará en el recuerdo.

El bailecito, sencillo en su estructura se ha acogido en la sencillez del pueblo que lo práctica.
El bailecito, hoy día la bailan todos, con devoción en todos los círculos de la sociedad Boliviana. Es el reflejo de nuestra idiosincrasia, donde las gamas de la tristeza y la alegría alternan con mucha maestría y, cuando los melómanos desean dar matiz musical instrumental solamente a tal género artístico callan las voces y el ruido de los tacos, para dar paso a la magia del punteado de un bailecito en el charango, es magnética, se dice; no hay como el fulanito (reverente sugestivo apodo) para quien es capaz de puntear un bailecito. En fin toda una prosapia que bien quisieran tenerla otros instrumentos musicales de élite.

Interesante y bastante elocuente es lo que apunta referente a este danza el estudioso Prof. Ricardo Cortes en la que respecta al análisis y catalogación del inmenso acervo folklórico del bailecito en: Románticas, picarescas, sociales, cívicas, épicas e inclusive políticas, a las que habría que agregar otras de genero satírico, sicalíptico, y aun escatológico (como los kuchis); aquellos bailes carnavalescos llamados así porque son reminiscencia del vigoroso carnaval cruceño — y esos contrapuntos cochabambinos y vallegrandinos, cuya monótonas melodías entonadas en Todos Santos y Carnaval, proyectan en cambio una literatura fogosa a la vez inacabable, y que por lo mismo precisa de un análisis a parte. Señalamos además aquel tipo de bailecito que por su quimba lleva un huayñito.

Uno de los motivos dignos de reivindicación es el bailecito cuya mención en esta ocasión da crecimiento legítimo a su volumen vasto por haber sido forjado en ese connubio del anhelo indio y la intrepidez hispana como muy bien anota Porfirio Díaz Machicao al hablar de las principales danzas criollas de nuestro ambiente occidental.

El bailecito es esencialmente de cuna sureña, sin embargo se ha esparcido a otros confines donde se ubica cómodamente. Hemos comprobado que se corre más allá, y es así que en tierras tropicales, en boca de un beniano oímos esto:

Un pavito le dijo al pavo
Bájame los calzones ca
que ya me ca
y por estas tierras, animalescos bailes:

Usatapiki makhaskha
usataj makhallaskhataj
vinchucataj llojsimuspa
iscaininta khospachiskha.

Empanadas ranticuy
bizcocho masa
uyan azucareaskha
sikin ruphaskha.

A noche comí un pan
no sé de qué panadero;
toda la noche comía,
y amaneció el pan entero.

Ay, ay, doña Cayetanay
dos ajipas, una caña
por la mañana.

Otro espíritu humano travieso inventó el bailecito, chiquito y decidor que tomando, percibiendo ya idos efluvios incluso nos dio el modo mayor para hacerlo más alegre y a nosotros hacernos más dichosos:

Simisituiqui chika pukita.
si miskichihuan
solo mamayqui, vieja bandida
si manchachihuan.

Merece un análisis y comentario especial el bailecito carnavalesco: Cuando Santa Cruz de la Sierra era casi una incógnita para el altiplano, las bandas militares ambulantes juntamente con sus tropas, solían traer de retorno el vigor musical del carnaval cruceño, cuyo ritmo es similar al del bailecito. Esta conjunción y las reminiscencias del trópico oriental, aún que ya el modo mayor era insinuado en occidente estimularon ese aire occidental, carnavalesco, así llamado por esas similitudes. Las letrillas sin embargo, siguen siendo juguetonas e intencionadas:

Cuatro cosas son necesarias para un picarillo que sale a tunar cuello duro, farol encendido, un par de pistolas y al centro un puñal.

Una variante de esta danza, describe Víctor Flores Barrientos, en una de sus investigaciones, según este compositor:

¿Dónde se halla la génesis intelectual de estas composiciones literarias?

En los tiempos idos ocurrían circunstancias obligadas en que, siempre en los estratos populares, primero aparecía la música. Indudablemente este es la génesis inspirada espontánea o meditada, como aún así obran nuestros campesinos, cuando a criterio del patricio indígena, un joven dado es comisionado para crear nuevos huayños para la fiesta que se avecina.

El poblador sencillo subyugado por la belleza de la melodía bien pudo barruntar un tema literario acorde a la música de sus querencias.

Al amanecer, cholita,
gente vacilando,
cuando serás mía, cholita,
y yo tuyo, cuándo.

El verso no es elegante. Pero usted, devoto de la justedad de las letras, no puede hacer nada ante lo consumado; en cambio, si es un bailecito queda irremediablemente subyugado, porque la sentencia ha sido dicha con música y sentimiento que llega al éxtasis.

Así componen los cholos, lejos de cenáculo sabio que, por su lado no es ajeno a estos afanes. Cuantos de ellos surgieron de esa guisa, para ingresar directamente al folklore. Hubiese atrevido a que su nombre aparezca al pie de la memorable improvisación so pena de ser anatematizado al siguiente día, y para siempre. Sin embargo tenemos que hacer honor a esa gente que sin sospecharlo, había contribuido a la reciedumbre estrato popular. Y dada su prosapia, no pudieron hurtarse del mismo modo que rueda, ya anónimos, bailecitos de Claudio Peñaranda, Nicolás Ortíz, Ovidio Céspedes, Rafael García Rosquellas, Octavio Campero Echazú, Profirió Díaz. Luis Mendizabal Santa Cruz, los cuales también nos han legado cuecas memorables.

No obstante estas coloridas facetas, el genes uno. El alma de nuestro pueblo que finalmente diluyó inspiraciones y autorías en el pliego del folklore.

Así sin reticencias, y modestia aparte, hemos de decir que los géneros musicales bolivianos, nos gusta el bailecito, aunque encierre incongruencias como estas:

De las aves que vuelan
me gusta el chancho
de las flores silvestres
la hojarasca.

Por ello, no resistimos a la tentación de conseguir en esta ocasión, algo de lo rotundamente afirmado por Eduardo Calderón Lugones:

“Hay una diferencia entre el bailecito y la cueca”.

El bailecito está hecho de recursos; a la cueca no le importa sino el momento que pasa.
La cueca responde a un golpe con otro golpe; el bailecito, a un agravio con una lágrima, tan sólo.

La cueca me da su cuerpo; el bailecito me da su alma. Mas adelante dice Calderón Lugones:
“Para bailar el bailecito se sacó el hombre un pañuelo pequeño del bolsillo del corazón. Para bailar la cueca, se sacó el pañuelo del bolsillo trasero. El primero sirvió para secar una lagrima; el otro — para limpiarse las narices”.

Todo esto nos conduce a pensar y conocer el alma boliviana a través del bailecito, de que en el canta, sonríe, llora y suspira el pueblo. Entretanto permanezca este cúmulo de versos en que puede escucharse cien bailecitos en profano culto a una sola nacionalidad.

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Este ritmo es de genuino origen Mojeño (Beni) y del territorio del Norte (Pando).

La etimología nos informa que la palabra taquirari - designación posterior por evolución semántica del idioma, proviene de la voz Moxeña “Takirikire”, que significa flecha. Esto quiere decir que el taquirari es una danza a la flecha. Con la cual los aborígenes exteriorizaban su homenaje a tal arma que les aseguraba el sustento diario, y a la vez les permitía defenderse de sus enemigos.

Materia de eruditos ha sido siempre el analizar y discutir el origen de este hermoso baile típico nacional que llamamos la Cueca.

Existen diferentes opiniones a cerca del origen de la Cueca, muchos afirman que es la Jota, aquel baile y canto popular aparentemente originario de Aragón, tal como la afirma Felipe Pedrell.

El Groves Dictionary recoge la versión del moro Aben Jot del siglo XII y de otros autores que atribuyen el origen de la Jota el Canario sin aventurarse a entregar datos.

Kaluyu

Es una de las formas que han supervisado e influenciado la actual música boliviana, aunque, según las regiones, adquiere diferencias apreciables; por ejemplo, el kaluyo vallegrandino, es distinto del que se practica en las parcialidades andinos alejadas de los centros urbanos. El kaluyu tienen mucho que ver con los elementos de la Zama - Cueca en su donaire y del huayño en su rítmica. Alegre como toda música aborigen danzable.

Mecapaqueña

El huayño, forma musical y coreográfica generalizada data de la época del Incario, de alegría y belleza singulares, por su delicadeza, agilidad y gracia estéticas, como especie musical pertenece al cancionero pentatónico, danza palaciega lírica más completa del Indio Quechua, llegó a un nivel muy alto dentro de las preocupaciones culturales del imperio, depurando sus pasos, creando nuevas figuras y adquiriendo un ritmo elegante y fecundo, se lo baila en pandilla con diversas figuras, de carácter social más común de la zona andina.

Es una canción derivado de Arawi; es la música culta de la época colonial, es una producción dulce y melancólica, en lo que se expresa un profundo romance, es lento en compás ternario y trasunta los sollozos, el dolor y la pena de la raza andina. En todas estas formas, hay religiosos y profanos. La cristianización de los aborígenes en el periodo colonial utilizó la música para propagar la fe, haciendo cantar los himnos y cantos religiosos en tonadas incaicas, tanto de carácter alegre como lento.

Fue una fiesta de carácter agrícola vinculada con los cambios de la naturaleza, o estaciones, como puede comprenderse en el calendario indígena, correspondía a la época de la siembra entre los meses de agosto y septiembre (solsticio de primavera).