Todo los pueblos crean su música y sus danzas a partir de las formas concretas que alcanza la inquietud por los distintos instrumentos, o dado en los patrones que fija el canto en una región cualquiera del sud del país, bajo una enramada o la sombra de un corredor trajinado por el tiempo, y se han servido de ciertos trazos de sucesión de altura (giros melódicos) en base a los músicos que se integran en conjuntos que dan vueltas por aquí y por allá dentro de determinadas regiones; o los cantores o los instrumentistas que se agrupan para fiestas patronales, carnavales u otros, llevando en alto charangos y guitarras, para oficiar un rito profano de insospechados alcances y significaciones y, tengan que escanciar, como infaltable, el áureo elixir que nos viene desde el incario.
Por sobre este y otros precedentes reflexiones nos inducen a la atención, di que el carácter, la psicología de un pueblo, son el resultado efectivo de la: expresiones de su pensamiento y de su estado anímico, con inflexiones rítmica: y armónicas, acompañadas de esos instrumentos preferidos, algunos ya con graves cicatrices que testimonian inolvidables serenatas y consiguientes batalla; nocherniegas.
Los pueblos, como los individuos, tienen su alma, pero esa alma no se la encontrará sino en su música; el bailecito, de ahí que, las expresiones de su pensamiento y estado anímico lógicamente llevarán el consenso de nacionalidad a través de muchas décadas y que al frente estremece, en infinitas emociones, los sentimientos ciudadanos a lo largo y ancho del país.
Pues bien, repiquetea la energía en las vibraciones del instrumento que acompasa el canto y el bailecito, movido por la fe y la confianza en la memorización melódica, inagotables con su tesoro literario indispensable. En cuyos sones, canta la grata sensación con vigorosas voces para encontrar la alegría y el placer.