La Masacre de San Juan. Muerte de Barrientos

Los trabajadores mineros decidieron reunirse en Siglo XX a fines de junio de 1967 en un ampliado para discutir el problema salarial y debatir su postura, en particular en relación a la guerrilla. Cuando habían llegado ya varios delegados, la noche del 23 al 24 de junio, tras el tradicional festejo de San Juan en medio de música y fogatas, fuerzas del ejército atacaron el campamento minero con intenso fuego. El gobierno para justificar el hecho informó que se trataba de erradicar un grave foco subversivo. Se reconoció oficialmente la muerte de 27 mineros. La prensa registró un número muy superior de muertos y heridos. Estos trágicos sucesos se denominaron luego como la Masacre de San Juan.

La repercusión de la masacre y la oposición a la concesión del gas natural a la Gulf, originó una interpelación de varios parlamentarios al gobierno. Se destacaron entonces Marcelo Quiroga Santa Cruz y José Ortíz Mercado, diputados independientes. Quiroga Santa Cruz, político intelectual y novelista, demostró en esta legislatura y particularmente en la de 1979 ser uno de los más brillantes parlamentarios de los últimos cincuenta años. La interpelación terminó con el confinamiento a inhóspitos sectores del Oriente de varios diputados y dirigentes sindicales, entre ellos el propio Quiroga, pasando por alto la inmunidad parlamentaria.

Muerte de Barrientos

Barrientos se caracterizó por su permanente interés en visitar todo el país. Su afición a los viajes por aire en naves que piloteaba personalmente, terminó en una tarde dramática en Arque, pequeño pueblo de Cochabamba. El helicóptero que lo conducía chocó en su ascenso con cables de alta tensión, cayó y se incendió. La muerte de Barrientos impactó mucho al país. Su entierro fue multitudinario. Hasta hoy se especula sobre si el deceso del presidente fue producto de un accidente o de un atentado criminal. La desaparición del general dejó un vacío político muy grande. Su gobierno, si bien era formalmente constitucional, estaba teñido con una fuerte dosis de autoritarismo y se manejaba de manera vertical y personalista. Se especuló mucho sobre una eventual decisión del Presidente de declararse dictador el 1º de mayo de 1969. La muerte del primer mandatario se había producido el 27 de abril, tres días antes de esa fecha. Quedaba claro que el hombre fuerte del país, tras esta trágica desaparición, era el general Alfredo Ovando que había compartido en medio de fuertes tensiones el poder político y militar con Barrientos desde el golpe de noviembre de 1964.

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En 1977 Banzer convocó a elecciones, casi tres años antes de su propio cronograma. La evidencia de que la bonanza económica se terminaba y abría paso a una severa crisis y la presión de la nueva administración estadounidense presidida por Jimmy Cárter y obsesionada por el respeto a los derechos humanos, impulsaron al gobierno a tomar la decisión. Pero el verdadero factor de inflexión surgió del seno del país.

En 1975, después de 13 años de ruptura diplomática, se reanudaron relaciones con Chile. Esta muestra de buena voluntad con Santiago tenía que ver con la reiniciación de negociaciones sobre el pendiente tema marítimo. Chile aceptó la reanudación porque le daba aire a la secante dictadura que había derrocado a Allende en 1973. El aislamiento del gobierno de Santiago era prácticamente total y este gesto mejoraba su imagen. En la fronteriza localidad de Charaña se reunieron los presidentes Banzer de Bolivia y Augusto Pinochet de Chile.

Tras la gravedad de acontecimientos, como el asesinato del Cnl. Andrés Selich ex-ministro del Interior (1971-1972), que fue brutalmente golpeado por funcionarios de seguridad del gobierno hasta matarlo, forzaron la renuncia del ministro Alfredo Arce Carpió. Paz Estenssoro fue exiliado del país ante su creciente distanciamiento y críticas al régimen, se produjeron además dos intentos de golpe de estado con la participación de militares institucionalistas y el MIR, y el deterioro del esquema del FPN que se hizo muy evidente.

El comienzo de la integración del oriente, lograda hacia 1954 con el camino Cochabamba-Santa Cruz, se impulsó en gran medida en este período. Como hemos visto Santa Cruz pasó de 42.000 habitantes en 1950 a más de 350.000 en 1980. Un crédito de más de 60 millones de US$ se destinó al algodón, el resultado fue un fracaso por el uso inadecuado y muchas veces deshonesto de los créditos. Pero, a pesar de estos elementos negativos, hubo otros aspectos. Se incrementó la vivienda y se produjo una intensificación de la ganadería.

El caso del petróleo es ilustrativo. Bolivia había pasado (años 50) a ser país exportador en pequeñísima escala. En este gobierno llego al máximo de su capacidad (1975) con una exportación de 2.105.302 m3. A partir de entonces se produjo una reducción hasta prácticamente cesar de exportar y mantener años después un difícil abastecimiento del mercado interno. YPFB, tradicionalmente una de las pocas empresas estatales solventes, entró en una espiral preocupante de pérdidas.

Tras 16 años de estabilización monetaria, en 1972 se determinó la devaluación del peso en un 66% (Sesenta y seis por ciento - de 12 pesos por dólar se pasó al cambio de 20). Por el transcurso de varios años se había mantenido una paridad artificial que ponía en riesgo a la economía. El rezago cambiario obligó a una medida radical que trajo como respuesta un intenso movimiento popular de protesta, manifestaciones, etc., con los consiguientes enfrentamientos.

Uno de los problemas que afrontó el país para encarar adecuadamente sus programas de desarrollo fue la falta de información sobre su realidad. A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo solamente cuatro censos. El primer en 1900, el segundo cincuenta años después en 1950, el tercero en 1976 veintiséis años después y el último en 1992, dieciséis años más tarde. El censo de 1976 nos permite comparar el país de la pre-revolución con el posrevolucionario.