El IV Congreso de la COB y la Asamblea Popular

Para entender la creación de la Asamblea Popular, hay que remitirse al IV congreso de la COB que se realizó entre el 1º y el 12 de mayo de 1970. Allí las posiciones del nacionalismo revolucionario se enfrentaron al trotskismo y a diversas líneas del comunismo. Tras encendidos debates, Lechín logró mantenerse en el cargo de secretario ejecutivo, a pesar de la andanada de acusaciones de traidor que recibió de todos los ángulos. El documento del IV congreso que se conoce como tesis socialista, fue el más radical de todos los aprobados en la historia de la organización. La COB se autoasumía como un órgano real de poder y un mecanismo para la toma del gobierno. La conquista del socialismo era la premisa principal y la lucha por lograrlo su primer objetivo. En criterio de sus autores, las condiciones objetivas para la toma del poder estaban dadas. Desde luego, el poder sería tomado por el proletariado encarnado en los mineros.

La Asamblea Popular creada el 1º de junio y que comenzó a sesionar desde el 22 de junio de 1971, buscaba sustituir todo el andamiaje de la democracia tradicional, transformándose en un verdadero órgano de poder en el país. Contra la representatividad en el parlamento ligada exclusivamente al sistema de partidos políticos, la AP (223 delegados) se estructuró de acuerdo a sectores de producción y representaciones de clase. Así habían delegados mineros (132, mayoría), fabriles y en menor medida universitarios, maestros e intelectuales. El sector agrario estaba escasamente representado. El carácter de vanguardia proletaria en la AP, era de influencia trotskista (POR de Lora).

En su corta vida la Asamblea Popular (que tuvo asambleas regionales en cada departamento) no pasó de su etapa organizativa y de una larga serie de discursos ) polémicas que debilitaron su estructura y sus posibilidades. Tras una reunión inicial el 1º de mayo en el edificio del parlamento, se convocó a su instalación para el 22 de junio. Juan Lechín fue su presidente y el presidium estuvo integrado por el fabril Humberto Pabón, primer vicepresidente, el campesino Casiano Amurrio segundo vicepresidente y como vocales Miguel Verástegui (constructor), Alfredo Llanos (petrolero), Oscar Eid (universitario), Abraham Monasterios (ferroviario), Félix Cha-llapa (harinero) y Guido Quezada (maestro). El 2 de julio (apenas 11 días después) se produjo la última sesión. La retórica de los asambleístas era de tal virulencia que generó un clima de temor en los sectores empresariales y en los partidos de derecha. Las tensiones internas se reflejaron fuera del hemiciclo y mostraron un alarmante fracciónalismo. La asamblea además se negaba en rotundo a darle un mínimo apoyo al gobierno, cuya orfandad era dramática, al estar cercado por la derecha y despreciado por una izquierda convencida de que la revolución definitiva estaba a la vuelta de la esquina, aunque su primera resolución advirtió la inminencia de un golpe y la decisión de responder con la movilización y la huelga general. Se propuso también, aunque nunca se concretó, el restablecimiento de las milicias populares al estilo le las de 1952.

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En 1977 Banzer convocó a elecciones, casi tres años antes de su propio cronograma. La evidencia de que la bonanza económica se terminaba y abría paso a una severa crisis y la presión de la nueva administración estadounidense presidida por Jimmy Cárter y obsesionada por el respeto a los derechos humanos, impulsaron al gobierno a tomar la decisión. Pero el verdadero factor de inflexión surgió del seno del país.

En 1975, después de 13 años de ruptura diplomática, se reanudaron relaciones con Chile. Esta muestra de buena voluntad con Santiago tenía que ver con la reiniciación de negociaciones sobre el pendiente tema marítimo. Chile aceptó la reanudación porque le daba aire a la secante dictadura que había derrocado a Allende en 1973. El aislamiento del gobierno de Santiago era prácticamente total y este gesto mejoraba su imagen. En la fronteriza localidad de Charaña se reunieron los presidentes Banzer de Bolivia y Augusto Pinochet de Chile.

Tras la gravedad de acontecimientos, como el asesinato del Cnl. Andrés Selich ex-ministro del Interior (1971-1972), que fue brutalmente golpeado por funcionarios de seguridad del gobierno hasta matarlo, forzaron la renuncia del ministro Alfredo Arce Carpió. Paz Estenssoro fue exiliado del país ante su creciente distanciamiento y críticas al régimen, se produjeron además dos intentos de golpe de estado con la participación de militares institucionalistas y el MIR, y el deterioro del esquema del FPN que se hizo muy evidente.

El comienzo de la integración del oriente, lograda hacia 1954 con el camino Cochabamba-Santa Cruz, se impulsó en gran medida en este período. Como hemos visto Santa Cruz pasó de 42.000 habitantes en 1950 a más de 350.000 en 1980. Un crédito de más de 60 millones de US$ se destinó al algodón, el resultado fue un fracaso por el uso inadecuado y muchas veces deshonesto de los créditos. Pero, a pesar de estos elementos negativos, hubo otros aspectos. Se incrementó la vivienda y se produjo una intensificación de la ganadería.

El caso del petróleo es ilustrativo. Bolivia había pasado (años 50) a ser país exportador en pequeñísima escala. En este gobierno llego al máximo de su capacidad (1975) con una exportación de 2.105.302 m3. A partir de entonces se produjo una reducción hasta prácticamente cesar de exportar y mantener años después un difícil abastecimiento del mercado interno. YPFB, tradicionalmente una de las pocas empresas estatales solventes, entró en una espiral preocupante de pérdidas.

Tras 16 años de estabilización monetaria, en 1972 se determinó la devaluación del peso en un 66% (Sesenta y seis por ciento - de 12 pesos por dólar se pasó al cambio de 20). Por el transcurso de varios años se había mantenido una paridad artificial que ponía en riesgo a la economía. El rezago cambiario obligó a una medida radical que trajo como respuesta un intenso movimiento popular de protesta, manifestaciones, etc., con los consiguientes enfrentamientos.

Uno de los problemas que afrontó el país para encarar adecuadamente sus programas de desarrollo fue la falta de información sobre su realidad. A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo solamente cuatro censos. El primer en 1900, el segundo cincuenta años después en 1950, el tercero en 1976 veintiséis años después y el último en 1992, dieciséis años más tarde. El censo de 1976 nos permite comparar el país de la pre-revolución con el posrevolucionario.