En 1977 Banzer convocó a elecciones, casi tres años antes de su propio cronograma. La evidencia de que la bonanza económica se terminaba y abría paso a una severa crisis y la presión de la nueva administración estadounidense presidida por Jimmy Cárter y obsesionada por el respeto a los derechos humanos, impulsaron al gobierno a tomar la decisión. Pero el verdadero factor de inflexión surgió del seno del país.
Uno de los problemas que afrontó el país para encarar adecuadamente sus programas de desarrollo fue la falta de información sobre su realidad. A lo largo del siglo XX se llevaron a cabo solamente cuatro censos. El primer en 1900, el segundo cincuenta años después en 1950, el tercero en 1976 veintiséis años después y el último en 1992, dieciséis años más tarde. El censo de 1976 nos permite comparar el país de la pre-revolución con el posrevolucionario.
La población pasó de 3.019.031 a 4.6'13.486, un crecimiento del 35 %. Se produjo un ascenso significativo de la población urbana y el verdadero despegue de la población del oriente a partir de Santa Cruz. La Paz, que había sido el centro económico y demográfico de mayor crecimiento sostenido entre 1900 y 1950, mantuvo un ritmo importante de aumento demográfico, pero menos acelerado. Pasó de 321.073 a 635.283 habitantes (duplicó su tamaño). En cambio, Santa Cruz pasó del cuarto al segundo lugar, de 42.746 pasó a 254.682 habitantes (multiplicó seis veces su tamaño). Cochabamba dejó de ser la segunda ciudad del país pasó de 80.795 a 204.684 (aumentó dos veces y media su tamaño). Oruro duplicó su población de 62.975 a 124.213 y Potosí creció un 40 % de 45.758 a 77.397.
La población rural disminuyó su peso pero siguió siendo mayoritaria en el país. El 58,5 % de los bolivianos vivían en el campo, mientras que el 41,5 % vivían en el ámbito urbano (considerando como tal a poblaciones de más de 2.000 habitantes). El panorama del alfabetismo mejoró, la población analfabeta pasó de 69 % en 1950 a 36,8 en 1976. La población indígena se registró en un 54 %, incluyendo población indígena del oriente. El 35 % de la población tenía como lengua materna el quechua, 33 % castellano y 26 % aimara.
La situación educativa dio un giro espectacular después de la universalización planteada por el código de 1955. En 1950 526.086 alumnos estaban inscritos en los seis primeros cursos, mientras que en 1976 el número alcanzaba a 1.728.345 alumnos en ese mismo ciclo, un crecimiento del 228 %.