Los liberales - El signo del estaño y el drama de la goma

Estaba claro que los convencionales de 1880 se habían reunido, quizás sin adivinarlo, para construir un nuevo país. La primera etapa de ese proyecto concluyó violentamente en 1899 con los invitados de piedra convertidos en protagonistas de la historia. Pero fue solamente un espejismo. El apresamiento de Zarate Willka y su ajusticiamiento posterior, demostraron que la hora de los aimaras y los quechuas no había llegado todavía. Aunque esta drástica acción no pudo frenar levantamientos sucesivos, sobre todo en la segunda década del siglo, el modelo fundado en medio del drama de la derrota del Pacífico tenía vigor y aliento hacia el futuro. Sólo había cambiado la cabeza de un estamento de poder apoyado en los dos pilares básicos de la minería y el latifundio.

Pero ¿qué país era este, pensado y construido por conservadores y liberales?. Un país occidental, moderno, integrado a la economía del mundo, apoyado en los valores políticos y económicos de la ortodoxia liberal que finalmente se había podido aplicar a un escenario de relativa tranquilidad, fundado en la estabilidad política y una democracia formal sólida en tanto se basaba en las normas de una constitución, aunque el sistema electoral la hacía explícitamente restrictiva en los hechos. El proyecto era coherente en sí mismo, pero adolecía de un par de insuficiencias capitales. Bolivia era una nación aislada no sólo del mundo sino de la propia América del Sur; las fuertes corrientes migratorias tanto europeas como asiáticas que alimentaron a casi todas las naciones del continente no llegaron a nuestro territorio, esto determinó una realidad muy distinta no sólo de sociedades como la argentina o chilena, sino incluso de países andinos como Perú y Ecuador con fuerte presencia cultural propia. Pretender un país cuyo faro fuese París en el centro de los Andes, con una población mayoritaria no occidental, era un despropósito. Peor aún, la base del razonamiento de la época partía de la idea de que los indígenas eran un lastre y no una potencialidad para el desarrollo. Ese razonamiento fue fatal para la historia nacional, porque implicó una política sistemática de exclusión por un lado y de despojo por otro, sumando además, con muy pocas excepciones, una consciente discriminación en la educación. Por eso, el crecimiento del país no pudo ser en esta etapa ni equilibrado, ni integrador.

Las políticas aplicadas fortalecieron el capitalismo al impulso de un nuevo auge minero. Tras el derrumbe de los precios internacionales de la plata, llegó una ávida demanda de estaño por parte de los países industrializados. La sustitución de un producto por otro fue rápida y eficiente pero tuvo el mismo talón de Aquiles, la extrema dependencia de nuestra economía de los precios internacionales del mineral. Algo parecido sucedió con la goma. La explotación de un producto de gran demanda en el mundo provocó el nacimiento de capitalistas locales ligados a la goma, pero también una guerra por la posesión de la riqueza cauchífera con la consiguiente pérdida territorial y el desplome ulterior de la producción, víctima ce una región alternativa en el Asia más barata y eficiente.

En política se produjo un fenómeno muy claro. Los grandes mineros del estaño prefirieron prescindir de la acción política directa. Así nació un estamento de políticos profesionales que intermediaron la relación con el estado, garantizando una absoluta dependencia de éste de los intereses de los mineros.

Si en el siglo XIX la influencia de los latifundistas era más bien producto de su prestigio social y origen de clase, tras las medidas legales de 1880 se convirtió en un factor real de poder, al haberse producido una expansión geométrica de las propiedades de hacienda en altiplano y valles. Los hacendados eran menos vigorosos e influyentes que los magnates mineros, pero estuvieron vigentes en las decisiones políticas, a tal punto, que algunos presidentes liberales fueron patrones de hacienda y propietarios de grandes extensiones en el altiplano.

La explotación intensiva de mano de obra en complejos mineros cada vez mayores y mejor dotados tecnológicamente fue el campanazo para el surgimiento de un movimiento obrero todavía balbuceante, que tuvo su origen más en los artesanos y trabajadores de la incipiente industria urbana que en los centros mineros, pero que poco a poco trasladaron sus ideas al eje de la producción nacional, la minería.

Las cuestiones principistas que acompañaron buena parte del debate ideológico de los últimos decenios fueron sustituidas por la razón pragmática. Esa actitud tuvo dos consecuencias, la primera negativa, la resignación de derechos reivindicatorios en el Pacífico y el Acre que consolidaron un cercenamiento definitivo del territorio nacional y una reducción dramática de nuestras fronteras. La segunda, positiva, las compensaciones economías de los tratados de cesión permitieron un auge que se volcó en la modernización de los principales centros urbanos y sobre todo la construcción de vías férreas que lograron la vinculación a largo plazo del altiplano y valles, aunque el esfuerzo no alcanzó para la incorporación del oriente a la vida nacional.

Los liberales no se diferenciaron de sus antecesores en la decisión de mantenerse indefinidamente en el poder, amparados en el ropaje democrático. Esta actitud trajo consigo el nacimiento de un nuevo partido, el Republicano, hijo del liberalismo e idéntico en sus ideas, cuyo vigor opositor se apoyaba en el deseo de romper el círculo de control electoral, no el sistema vigente, objetivo que logró en 1920, cerrando el período liberal, el más largo de la historia republicana de Bolivia.

En las primeras dos décadas del siglo, tres acontecimientos marcaron esta etapa en el mundo e influyeron de manera diversa pero importante en nuestro país, sea inmediatamente o en el mediano y largo plazo. El primero de ellos fue la revolución mexica la (1910), que impuso una nueva política en ese país, la reforma agraria, la nueva constitución y la estructuración de un poderoso partido de gobierno. El segundo fue el estallido de la seguida guerra mundial (1914-1918), que afectó severamente a la economía internacional y el tercero la revolución soviética (1917), que impuso el socialismo en Rusia y que influyó decisivamente en la construcción del mundo contemporáneo.

Contenidos Relacionados

El gobierno de Gutiérrez Guerra vivió en la zozobra permanente.

Los conservadores eran católicos por tradición. Quizás el más importante de ellos fue Mariano Baptista que dio muestras muy claras de su catolicismo, antes y durante su presidencia. No se puede olvidar tampoco la egregia figura de Juan de Dios Bosque (1829-1890). La confrontación estado iglesia se presentó cuando subió al poder el liberalismo. Muchos eclesiásticos del país, tanto regulares como seculares confundieron liberalismo con socialismo y otro tanto sucedió con el propio concepto de democracia, que a muchos religiosos les sonaba a anarquía.

El nacimiento de un movimiento obrero y sindical en el país fue producto del paso de un sistema de producción pre capitalista al desarrollo y modernización de la industria, particularmente minera, coincidente con el advenimiento liberal. A pesar de ese cambio Bolivia nunca contó con un proletariado significativo, pues no pudo desarrollar una industria importante como lo que tuvieron algunas otras naciones sudamericanas.

El agotamiento de los yacimientos estañíferos de Europa y la demanda de la industria norteamericana y europea que contaba con el estaño como un elemento ideal para aleaciones (hojalata, papel metálico, conservas y un largo, etc.), fueron los activadores del auge minero boliviano en el período 1900-1940.

Patiño es, sin ninguna duda, una de las figuras centrales de la historia boliviana. A su alrededor se teje buena parte del siglo XX en el país y se establece el destino de cientos de miles de bolivianos.

Durante el gobierno de Gutiérrez Guerra el efecto sobre el área rural de la ley 1880 se podía apreciar muy bien con la constatación de que el estado había concebido hasta 1919, 13,4 millones de hectáreas en los ocho departamentos y enl os tres territorios de colonias (Noroeste, Chaco y Oriente).  La recaudación de impuestos (1/2 centavo por hectarea de tierra baldía) alcanzó por este rubro 1,2 millones de Bolivianos en 1918.

Si bien Tamayo es conocido como uno de los grandes poetas de Bolivia, su compilación sobre temas pedagógicos, es ya un clásico y su actividad politica de una intensidad excepcional. Las ideas de Tamayo confontarón las de Arguedas y abrierón un gran debate en el país.