El gobierno de Gutiérrez Guerra vivió en la zozobra permanente.
La elección de 1884 marca el comienzo de una nueva era en el proceso electoral boliviano. Después de los antecedentes irregulares y turbulentos que pasan por las elecciones en asamblea, congreso o convención de la naciente república, la primera elección por voto directo en 1844 y la primera elección por voto directo más o menos transparente de 1873, llega una suerte de institucionalidad democrática. Es el producto de la estabilidad política a partir de 1880, con elecciones presidenciales cada cuatro años y municipales y de renovación parcial del legislativo cada dos, como manda la constitución. Estructuralmente ambos partidos que representaban a las élites, construyeron un modelo de continuidad democrática y prescindieron de la mayoría del país en su proyecto. Por eso se puede hablar de un estado oligárquico sin solución de continuidad entre 1880 y 1932.
Los actores políticos y económicos deciden aceptar las reglas del juego y aceptar las premisas constitucionales. Se trata, sin embargo, de una aceptación condicionada a la perpetuación de un partido en el poder, apoyada en un sistema de voto gravemente discriminatorio. El voto calificado tiene características muy claras que garantizaban la reproducción política de una clase que era en realidad la única con derecho a participar en la vida del país. Para votar y ser elegible se requería ser hombre, alfabetizado, tener una propiedad de por lo menos 12.000 pesos (la propiedad era la carta de ciudadanía por excelencia del sistema liberal) y tener una renta mínima de 1.000 pesos. Era una democracia en la que el área rural simplemente no existía, sólo se votaba en ciudades o villas, considerando que la población urbana apenas superaba el 10 % del total. Entre 1884 y 1896, el mayor número de sufragantes fue de 34.418 (1888) y el menor 30.465 (1884), lo que muestra claramente el grado de extrema restricción y de máxima discriminación que representaba el sistema electoral boliviano.