El gobierno de Gutiérrez Guerra vivió en la zozobra permanente.
El 21 de marzo continuó la ofensiva chilena apoyada en la fuerza de su escuadra marítima y se produjo la toma de Cobija y Tocopilla. En Calama dentro del territorio atacameño se organizó la defensa, al mando de Ladislao Cabrera apoyado por el prefecto de Antofagasta Severino Zapata y un contingente de 135 hombres. Los atacantes chilenos que venían de Tocopilla eran 544. Los defensores se parapetaron en varios puntos de las afueras de la población y resistieron valientemente los ataques de la caballería chilena bajo la enérgica conducción de Cabrera.
Aunque tenía varios flancos, la agresión se concentró en el puente del Topáter sobre el río Loa. Después de repeler un par de andanadas el grupo en el que estaban Eduardo Abaroa, Juan Patino y Saturnino Burgos intentó un contraataque, pero la superioridad numérica chilena arrasó a los defensores, muchos quedaron muertos otros se retiraron ante la inutilidad de la defensa, pero Eduardo Abaroa herido en la garganta se negó a la retirada y enfrentó a un contingente de más de 100 soldados de Chile. Sólo, disparó y mantuvo a raya a los atacantes hasta que se le acabó la munición, estaba ya muy débil por la sangre que manaba a borbotones de su garganta. Los oficiales chilenos le intimaron rendición y el hombre, convertido en un emblema de la nación respondió con la frase que lo llevó a la inmortalidad ¡Qué se rinda su abuela carajo! Dos disparos le segaron la vida. Las tropas invasoras tomaron el lugar, pero admiradas por el valor del héroe lo enterraron en el cementerio de Calama.