El acto humano es su objeto, no requiere de más. Ahí estriba el destino del hombre: él, artífice de su propia vida, debe saturarla de valor.
Los valores éticos, además del bien y sin excluir los omitidos, comprenden los siguientes: la misericordia, el amor, la fidelidad, la humildad, la modestia, la justicia, la equidad, la paz, el altruismo, la libertad, el orden y la seguridad. Aunque no todos, algunos pueden ser expresados en normas que prescriben la conducta a cumplirse cotidianamente.
Las normas son una especie de intermediarios que traducen las incitaciones de los valores éticos en mandatos aptos para ser conocidos y obedecidos por los hombres. De expresión sencilla y concisa, constantemente repetidos y ungidos por la tradición, van adentrándose en las conciencias y forman el recetario colectivo de conductas aprobadas, al margen de disquisiones axiológicas: no matar, no robar, no mentir, auxiliar al necesitado, respetar a los padres, etc. De este modo son accesibles a la totalidad de las personas y, lo que es importante, facilitan y promueven el cumplimiento de los valores en general y de los' éticos en particular. El papel de las normas es comparable al de la moneda que sirve de patrón de valores económicos y es usada incluso por quienes ignoran teoría monetaria.
El mandato de las normas para regir actos concretos resulta de conjugar las exigencias de los valores éticos con la cambiante situación humana, en diferentes medios geográficos, sociales e históricos. Por eso hay distintas morales, y, sin embargo, todas tienen un fondo común que es su inalterable referencia a un mismo valor, el bien. Igualmente, los regímenes jurídicos, a pesar de su disparidad, se orientan hacia la justicia que tratan de realizarla en niveles progresivos.
De acuerdo a lo anterior, las normas son los valores éticos refractados en una realidad humana y social concreta, espacial e históricamente determinada. Por consiguiente, las normas morales dependen de los valores éticos correspondientes, principalmente el bien, y las normas jurídicas de los valores sociales: justicia, libertad, bien común, orden, paz, seguridad, etc.
Las normas, preceptos forjados en cierta época, encierran un mandato ético, instituyen un deber que cumplir. Este imperativo de acción es el quid de su existencia, lo que les da su verdadero carácter, su auténtico sentido, porque a través de ellas se pretende realizar valores jurídicos.