Luis D. Leigue Castedo
En una especie de bambú, muy resistente que ocupan en la factura de flechas-puñales -huí quirám- y cuentan que es la transformación de un hombre sanguinario y brutal que se comía a sus mujeres, por lo cual, cada vez desaparecían y él astutamente las reemplazaba con otras.
Descubiertas sus acciones, cundió el terror por toda la comarca, por el cual no pudiendo detenerlo le aislaron en las inmensas profundidades de la selva impenetrable obligándole a perseguir a las mujeres, por la fuerza, en aguadas y caminos.
Dicen las viejas agoreras que este hombre conoce lo más profundo de la selva y que conocedor de ello da vueltas y vueltas por las regiones donde habitan los humanos con el fin de distraer a las mujeres y poder llevárselo para hacer carne de ella.
Se dice que falto de mujeres y ya enviciado a comer carne humana, devoró al único hijo que le acompañaba y terminó comiendo sus propias carnes, pedazo a pedazo hasta quedar esquelético.
Desprendidas las carnes flácidas y los nervios, estos tomaron formas de raíces blancas que dieron origen al primer macollo de tacuaras, erizadas de espinas, que ellos conocen y nombran Pa pát.
Dicen los aborígenes que cuando sopla un fuerte viento de tormenta, el tacuaral silba, y es que Pa pát siempre sediento de carne humana aún convertido en vegetal, llama a las mujeres que le huyen.
El Itenez Salvaje