Hace mucho, muchísimo tiempo, el cielo estaba tan cerca de la Tierra que de vez en cuando chocaba con ella matando a muchos hombres.
En uno de los pueblos chimanes, vivía una mujer pobre y solitaria. Pasaba hambre ya que no tenía a nadie quien le ayudara en su chaco o en cualquier trabajo para conseguir alimento.
Un día, entre las hojas del yucal, vio algo brillante. ¿Qué será? pensó la mujer, y se fue a su vivienda. En la noche soñó que ese algo brillante se movía como si tuviera vida. Por la mañana fue a buscarlo, lo recogió y envolvió en una hoja de yuca. Le llamó Ñucu y desde ese día lo consideró como su hijo. Para alimentarlo bien lo puso dentro de un cántaro.
Ñucu parecía un gusano blanco. A la semana, creció hasta llenar el cántaro. La mujer tuvo entonces que fabricar uno más grande, y ahí puso al gusano. A la semana el cántaro estaba otra vez lleno.
A pesar de su pobreza, la mujer trabajaba sólo para alimentar a Ñucu que siempre tenía hambre y comía mucho. A la tercera semana Ñucu dijo:
— Madrecita, me voy a pescar.
A la noche fue al río, y al recostarse atravesado sobre éste, su enorme cuerpo represó las aguas y los peces comenzaron a saltar a las orillas. Al despuntar el amanecer llegó la mujer y recogió los pescados en una canasta. Desde entonces siempre tuvo alimento. Cada noche iba con su hijo al río y correteaba por la playa agarrando, pescando y metiéndolos en su canasta.
La gente comenzó a murmurar: ¿Cómo es que esta vieja tiene ahora tanto pescado, si antes se moría de hambre? Y fueron y le preguntaron:
— ¿Cómo es que tienes ese pescado?
La mujer no les respondía.
Pasó el tiempo y la gente del lugar comenzó a pasar hambre, ya no había peces para todos, pues Ñucu los atajaba.
Entonces, un día Ñucu le pidió a su madre:
— Madrecita, anda, diles que vengan aquí a pescar-.
La mujer fue y les dijo:
— Allá arriba está Ñucu pescando. Vamos, él nos invita a recoger pescados para todos.
De este modo la gente conoció el secreto de la viejita. Vivieron mucho tiempo sin problemas, hasta que Ñucu creció y llegó a ser tan enorme que ya no cabía en el río. Esta vez le dijo a la mujer:
— Madrecita, ahora me voy. Les he ayudado bastante aquí en la Tierra, tú ya no pasarás hambre, pues la gente te sabrá ayudar. Tengo que ir a sostener el cielo más arriba para que nunca más se vuelva a caer.
La viejita se quedó muy triste pensando en la pérdida de su hijo. Ñucu se echó entonces de un extremo a otro de la Tierra y se elevó sosteniendo el cielo, hasta la misma posición en que está ahora. Ante el lejano cielo azul, la mujer se puso a llorar. Pero en la noche, vio a su hijo brillando allá arriba. Era la Vía Láctea, y se consoló pensando que todas ' las noches podría ver a su hijo.
Mito Chimane