Jaime Saenz
Estaba sentado, en un sillón de madera, con una frazada en las rodillas y una chalina sobre los hombros.
Augusto Guzmán
Le sacaron la billetera. Y él puso en el diario un largo aviso pagado por tres días:
Prevención urgente
Al ratero del colectivo número 7 que el día martes 8 del mes en curso, en el trayecto de la esquina San Martín -Sucre a la Avenida Aniceto Arce, me hurtó la billetera de cuero con unos 150 pesos bolivianos; una fotografía de grupo familiar con mi señora y mis dos hijas; mi carnet de identidad; un recibo del Registro de Derechos Reales y otro de la Limpieza Química Los Andes para recoger 5 trajes de hombre, le propongo que se quede con el dinero objeto de su apetencia rateril y que en el término de tres días de la fecha devuelva a mi domicilio de la Avenida Oquendo 5486 la billetera de cuero pulido y repujado (reliquia familiar) con los otros artículos detallados que al ratero no le sirve para nada, bajo conminatoria de sufrir un daño personal irreparable que puede convertirlo en inválido definitivo, incapaz de ejercer su oficio de ratero u otra ocupación cualquiera, amén de hacerle padecer en el orden de sus actividades sexuales una impotencia de grado calamitoso e incurable.
El sujeto aludido y conminado debe saber que yo puedo ubicarlo, por inubicable que se considere, pues poseo tradicionalmente ejercitado y perfeccionado, desde mis antepasados, un poder mental de incuestionable eficacia que nunca he empleado como arma ofensiva contra nadie, por ningún motivo, sino expresa y exclusivamente como facultad defensiva contra males injustos que suelen causarme enemigos gratuitos como el ratero en cuestión que además de ser gratuito es desconocido si bien este último no le vale porque yo puedo enfocar al ente desconocido en las circunstancias del delito que cometió: tiempo, espacio, objeto, género de acción y sujeto afectado. Estos datos bien barajados en una operación mental de alcances punitivos son más que suficientes para identificar al sujeto perjudicial y hacerle purgar su mala acción.
El ratero debe saber que la operación con la cual voy a sentarle la mano no consiste, como en otros casos, en maldecir coléricamente al malhechor augurándole que el diablo lo raje de parte a parte. Eso es muy simple.
En el caso del ratero su agresión económica ha sido registrada por mi consciente, el mismo que bajo presión de sucesivas meditaciones luego de calificar la necesidad y utilidad del castigo, encomienda al subconsciente la misión de individualizar al sujeto revelando su paradero. En ese estado tanto el consciente como el subconsciente transfieren la responsabilidad de hacer justicia ejemplarizadora al inconsciente que, con su ciega y habitual torpeza, ejecute daño reparable o irreparable, absoluto o relativo, temporal o definitivo en la persona del sujeto sentenciado. Ya sabe el ratero lo que le puede pasar. Cuidadito con su integridad física.
El dueño de la billetera.
—Caballero y, esta cartirita ey encontrado en la puerta de la reja.
—Es mi billetera. Aunque sin la plata, todo lo demás conforme. Pero aquí hay un mensaje.
Señor dueño de la billetera:
Váyase usted a la mismísima mierda con sus especulaciones sicopunitivas atribuyéndose poderes sobrenaturales. Le devuelvo la vieja billetera y sus ridículos efectos. Cuide mucho su integridad mental.
El dueño de los billetes.
Fin
Jaime Saenz
Estaba sentado, en un sillón de madera, con una frazada en las rodillas y una chalina sobre los hombros.
Gastón Suarez
Alguien va finar, patrón —decía Cástulo Narváez, mientras limpiaba la lámpara a carburo, de cuclillas frente al cuarto del administrador. —Es seña fija...— sus dedos largos, huesudos, quitaban con habilidad, la ceniza de los trozos de carburo de calcio que aún eran utilizables. A la luz de la luna que se prodigaba desde un cielo limpio, transparente, su rostro anguloso reflejaba una rara fisonomía: tan pronto parecía la de un santo como la de un cadáver.
Elsa Dorado De Revilla
Prendido en la falda del cerro cuyas entrañas guardan el rico yacimiento mineral, se alza, desde su humilde pequeñez, el campamento minero, depositario del pulso humano que mide el paisaje cordillerano desde los tiernos ojos de los niños, hasta el abrazo rotundo del hombre.
Las luces mortecinas de las viviendas, asemejan luciérnagas estáticas que buscan dar calor a la fría noche. Una improvisada campana rompe con su tañido el silencio, marcando a golpes el tiempo.
Pablo Ramos Sánchez
A: Julio Ramos Valdez
La lucha del hombre con los elementos de la naturaleza es ardua. Aunque como especie, el hombre va dominando la naturaleza y logra arrancarle sus secretos, no hay que olvidar que los pasos que da hacia adelante son posibles después de millones de batallas individuales perdidas. Para aprender a ganar ha tenido que saber perder en miles y miles de oportunidades. Las derrotas le enseñan el camino de la victoria.
Augusto Guzmán
Al final de la comida, bajo una araña de lámparas a queroseno, después de limpiarse de residuos notorios, la boca ferozmente bigotuda, el padre miró con severidad familiar a su hija:
—He sabido que el mediquillo ese de provincia, te pretende. Quiere hablar conmigo nada menos que para pedirme tu mano. Naturalmente que me he negado a recibirle.