Germán Coimbra Sanz
Dicen los lugareños que se trata de un pequeño cuadrúpedo, algo mayor que un gato de color oscuro, de hábitos nocturnos y que posee un diamante en la frente, con el que alumbra su camino y para atraparlo se le tira encima un trapo negro, que lo paraliza y permite quitarle el diamante cuyo valor es incalculable y suficiente para salir de cualquier apuro económico.
Gumercindo había llegado desde los fríos aires del altiplano a probar suerte en estas cálidas tierras y con mucho esfuerzo y tesón se había hecho de unos bueyes y unas pequeñas parcelas a las cuales protegía y cuidaba mucho porque era su único capital que tenía para subsistir él y su familia.
Había escuchado algo de la leyenda del carbunco, pero jamás se había imaginado que llegaría el día en que tendría una oportunidad de conocerlo y tener la posibilidad de aprovechar la riqueza que ofrecía.
Se encontraba en la Pampa del Cuyabo donde en la aguada había largado los bueyes para que comieran, en tanto él aprovechaba esos momentos para tomar un buen vaso de café, por cuanto el clima se ofrecía húmedo y la neblina cubría todo el medio sin dejar mirar más de algunos metros. Pasados una hora y siendo prudente echarles una ojeada a los bueyes que se habían desparramado, cuando a la distancia de unos cien metros vio la luz como de una linterna.
Una idea cruzó por la mente del hombre, pensó que alguien andaba tras sus bueyes, entonces se quedó muy quietito y a la espera de saber quién era y qué quería. En tanto la luz se movía de un lado a otro aproximándose al lugar donde él se encontraba y al divisarlo a unos metros de distancia, grande fue su sorpresa al ver que un pequeño animalillo que tenía en la frente una luz que alumbraba hacia abajo como una linterna y conforme iba avanzando la luz se veía más brillante y más intensa. Recordé entonces las viejas historias de los viejos lugareños acerca del carbunco, así que le seguí y sacándome la cachucha negra que tenía, me dispuse agarrarlo y quitarle el diamante que tenía en la frente.
De rato en rato lo veía, pero cuando estuvo a punto de saltarle encima para cubrirle al animal, éste escapó tan rápido que no pudo darse cuenta como fue, con su luz que se fue perdiendo por los matorrales. Fue quizá para el hombre una gran oportunidad de poder cazar al animal y tener el diamante y quien sabe cuánto tener con la venta del mismo.
Relatos Mitológicos Tomo I