Narra Un joven.
Un día, un hombre fue a cazar al monte para que a su mujer no le falte carne. Oculto en el monte esperando algún animal apareció un tigre y mató al hombre. Después, le arranco la piel, hasta la de su rostro, se la colocó encima y se fue a la casa del hombre, haciéndose pasar por él. Al llegar, dijo:
- Bueno, he llegado de tan lejos, he cazado con tanto sacrificio y aquí te he traído mutún.
- ¡Ay!, gracias —le dijo la mujer y le invitó un vaso de chicha.
El tigre se sentó al lado del fogón. Pero, con la luz del fuego, la mujer se dio cuenta de que no era su marido y gritó:
Y el tigre sorprendido le respondió:
- Yo soy tu esposo, quién más puedo ser.
- No, usted no es mi esposo.
Entonces, agarró la olla de sopa que estaba hirviendo en el fogón y, ¡zas!, se la echó encima. El tigre, revolcándose, salió huyendo de la casa.
Pero, este tigre era muy malvado y astuto. Así que no se dejaba atrapar y atormentaba a la gente del lugar. Hombre, mujer o niño que encontraba, los seguía y los devoraba. Pero, un día, encontró una piedra chiquita en el camino:
- Y usted, ¿qué hace aquí? —le preguntó el tigre.
- Yo estoy jugando —le contestó la piedra.
- ¿Y a qué estás jugando?
- A las bajadas.
- Yo también quiero jugar.
- Bueno, llévame a lo alto de esa colina y luego me esperas a media colina, que yo voy a bajar rodando.
Bueno —le contestó el tigre, y así lo hizo.
Pero, cuando la piedrita estaba rodando se transformó en una piedra enorme y ¡pum, pum! lo aplastó al tigre, lo metió dentro de ella, lo enterró.
Pasó mucho tiempo, hasta que un día, vinieron unos pajaritos que son muy picaros, que les gusta cargar con todo y se llevaron la piedra y comenzaron a picarla en su nido. Entonces, la piedra se quebró y el tigre salió otra vez.
Y de nuevo, el tigre volvió a sus andadas. Pero, un día, un cazador lo flechó, lo mató y se lo llevó a su casa. Ahí lo despellejó y colgó su cuero para que secara. Pero, a la media hora, la piel se cayó al suelo y se transformó de nuevo en el tigre. Siguió al cazador que lo había capturado y lo mató.
- Tú me has torturado, me has arrancado la piel —le dijo.
Entonces, los hombres de la aldea se dieron cuenta de que el tigre no moría, y decidieron cazarlo entre todos, pero esta vez lo quemaron. Todo lo quemaron, a él y a su guarida. Sólo así el tigre murió.