(Narran: Lorenzo García Parapaino y Pedro Ipamo Jiménez)
Nosotros creemos en los Jichis y sabemos también que existen. Están en los manantiales, en lo que nosotros decimos puquios, en los pauros, ahí están los Dueños. Toda la comunidad va ahí a sacar agua, para preparar los alimentos.
Del Jichi que se le aparecía a mi mamá
Entonces, la finada, mi mamá, me decía:
— Hay un Jichi en el pauro y ese siempre se me aparece.
Cuando ella iba con su cántaro, para sacar agua, ahí aparecía la víbora. Y la víbora le sacaba la lengua. Y ella se defendía. Buscaba un palito y le tiraba para espantarla. Tal vez era Jichi hombre. Porque cada vez que iba ella a sacar agua del pozo le aparecía y justo ahí, cuando ella estaba agachándose para sacar agua, ¡raaan! la víbora le abría la boca y chic, chic, le sacaba su lengua y no le hacía nada. Mi mamá buscaba algo para espantarla y la víbora huía a su cueva. Los Jichis tienen una cueva dentro de los huecos por donde sale el agua.
Hasta que un día pues llega la víbora hasta la casa. Mi mamá estaba barriendo, aseando la casa, acomodando. Ahí al rincón en el cuarto ¡ras! la víbora estaba ahí. Ella tenía una olla de agua hirviente, estaba cocinando. Sacó el agua hirviente en una tutuma y ¡suarrr! la echó encima la víbora. Esa víbora se revolcó y ella no supo por dónde salió, pero no salió por la puerta, no había hueco, se desapareció. Desde entonces, nunca más la víbora la persiguió. Y al poco tiempo como que el agua del pauro bajó.
Yo creo que el Jichi viene y se muestra para que la gente ayude también a cuidar el manantial. Si nosotros llegamos ahí y nos metemos al agua a bañarnos con jabón, ensuciamos el agua, eso no le gusta al Dueño. Al Jichi le gusta siempre la gente aseada, porque el agua sale, pues, limpiecita. Y si uno se mete ahí a revolcarse como dueño de la casa, el Jichi se va a enojar. A ver que yo entre en la casa de usted, y que yo tire todos sus libros abajo, va a llegar usted pues y se va enojar ¿no?
Los Jichis son los Dueños de los puquios, de los pauros y de los cerros también.
Los Jichis se enamoran del ser humano, así como cuenta Lorenzo, se le aparecía a su mamá. Era que la víbora se enamoró de la señora. También hay Jichis que se enamoran de los hombres, o sea que nadie está libre de eso, y eso es así todavía, eso no es cuento.
Los Jichis son los Dueños de todo lo que es la naturaleza,
Nosotros decimos que los Jichis son los Dueños de todo lo que es la naturaleza. Por ejemplo, el monte tiene Jichi, los cerros tienen Jichi, los ríos, los pescados tienen Jichi, todos los animales que existen en la naturaleza tienen su Jichi.
El Jichi se enoja, y como dueño sale, por ejemplo, cuando un cazador caza indiscriminadamente los animales del monte.
De un cazador que abandonaba animales heridos,
Un caso bien especial sucedió en lomerío, esto hace como unos cinco años atrás. Esto no es un cuento, ni una leyenda, es algo verídico. Un hombre cazaba muchos animales. Cazaba, mataba, y aparte de matar a los animales, cuando no acertaba, los dejaba heridos. El animal se iba herido.
Cuando uno sale al monte a cazar, a veces no logra cazar bien con el arma, entonces el animal se va herido. Más allá lo encuentra su Dueño y le dice:
— ¿Dónde fuiste? —le pregunta de su nombre, tienen nombre, ¿no?
— Fui a tal parte, no pudieron cazarme, estoy herido, por favor cúrame —le dice a su Dueño.
Y una noche este hombre, que es mi tío, una noche, se fue a cazar en el monte a espiar debajo de unos bibosis, esos que tienen frutita así redonditas que comen las antas. A ciertas horas de la noche, llegan ahí las antas a comer frutita. El hombre apuntó ahí a la anta y no logró matarla. El animal se fue herido y, entonces, el hombre amaneció arriba del árbol.
Posteriormente, el hombre trajo sus perros y siguió al anta herido. El perro empezó a huellearlo, por donde iba la sangre, iba huelleándolo, hasta que el perro encontró al anta, parece que el animal estaba echado abajo, herido ¿no? El perro se fue huelleándolo, hasta que se encantó en el cerro. Después, el hombre llegó justo donde estaba el perro y después nunca más supo de su perro; pero escuchaba el ladrido del perro: ¡guau, guau, guau! ¡Pero no se sabía de dónde! Se escuchaba el ladrido del perro, misteriosamente. El hombre empezó a gritarle, lo llamaba por su nombre, y nunca aparecía el perro.
Después, dice que se le apareció un hombre, muy grande, que era el Dueño de los animales y le dijo al hombre:
— ¡Así que sos vos el que tanto maltrata a mis animales! ¿Y por qué no logras cazarlo bien si querés comerlo? Bueno, ya no lo vas a rescatar más a tu animal, él se queda conmigo como pago, si no fuera por él también te llevaría a vos, pero tu perro, ya está allá.
El perrito ya estaba encadenado. Entonces, el Dueño le dijo que se vaya de una vez y que no vuelva a cometer las mismas acciones con los animales. El hombre quedó totalmente atemorizado. Desde entonces hasta ahora, no salió más al monte a cazar.
Jichis - víboras
Pauro - Pozo de agua para beber, manantial