Diversos estudios han comprobado que esta especie, una de las más grandes entre los delfines de rio, es única y endémica de los ríos de Beni, Santa Cruz, Pando y Cochabamba, llegando a pesar hasta 200 kg y medir entre 1,80 y 2,8 metros. Aunque no se encuentra en extinción sí es una especie amenazada especialmente por la degradación y desequilibrio de su habitat con la contaminación de los ríos, el cambio climático y la pesca indiscriminada.
Características. Mamíferos acuáticos de nuestra Hoya Amazónica, con las mismas características de los Cetáceos marítimos, conocidos con los nombres de narval, rorcual, cachalote, marsopa, orea, delfín, golfín, tonino o cerdo de mar.
Fue denominado “Inia boliviensis” por el sabio naturalista y explorador francés Alcides D’Orbigny. A este delfínido suele llamársele también “orinoca” y “bonto”, según las zonas geográficas.
Lleva un espiráculo cervical por donde, al tiempo de bogar, arroja aire saturado de vapor de agua, produciendo un ruido fuerte semejante al resoplido de caballos, a cuya causa obedece su nombre vulgar.
Descripción. Ya en 1819 el naturalista F. E. A. Humboldt, describió, aunque imperfectamente, este raro animal. Tiene esbelta presencia; de piel lisa, gruesa y desnuda que protege una capa de tejido adiposo, encargada de mantener la temperatura constante del cuerpo. Es de suave color gris-azulado, por el dorso, y de un pálido rojizo en la parte ventral. Mide de longitud alrededor de dos metros y medio en estado adulto, llegando a pesar hasta 350 kilos. Las hembras son de menor tamaño. Posee un curioso y largo hocico a manera de trompa o pico de ave, poblado de rígidas cerdas. Las mandíbulas se hallan guarnecidas por numerosa dentadura fija; los ojos son enteramente redondos; los pequeños orificios auditivos carecen de orejas. El cuerpo, sin solución de continuidad de la cabeza, tiene sus extremidades anteriores convertidas en aletas pectorales en forma de alones; las extremidades posteriores se hallan atrofiadas llevando, en cambio, una pequeña aleta dorsal; en la cola voluminosa, que se ensancha a manera de abanico, lleva una aleta caudal que sirve para orientar la dirección del movimiento natatorio.
Medio vital. Este mamífero pisciforme, como la gigante ballena, vive asociado a sus congéneres, en el agua, respirando no por branquias sino por pulmones. Se alimenta de peces, frutos, plantas acuáticas y desechos o desperdicios que dejan las embarcaciones fluviales en su recorrido, a donde se aproxima lo más cerca posible. Abunda en nuestros propios ríos amazónicos, sobre todo en el Gran Río Beni, cerca a “Cachuela Esperanza”. Cuando está enteramente harto se echa en un paraje poco profundo con el hocico fuera del agua. La hembra alimenta a sus crías mediante sus dos mamas abdominales, a las que van pegadas, sujetas y protegidas por ambos brazuelos o aletas, con las que las aprieta fuertemente para evitar el desprendimiento durante las volteretas de subida y bajada en el líquido caudal.
Utilidades. La carne asa da del bufeo tierno tiene olor a lechón, con sabor semejante al de ternero. La grasa hervida, cuya mayor cantidad se obtiene de la cola, se convierte en aceite para usos culinarios. El cuero se puede industrializar en excelente correaje, para cuya caza habría que utilizar el arpón, como se procede con otros cetáceos.
Leyendas anecdóticas.
Los naturales ribereños de la Hoya Amazónica, hasta el Orinoco, se abstienen de perseguir a estos cetáceos porque existe la superstición de caer en desgracia cuando se da muerte a uno de estos inofensivos animales.
Por otra parte, dícese también que cuando algún navegante o bañista inexperto se encuentra en trance de ahogarse viene el bufeo en auxilio oportuno y lo salva a trompadas empujándolo hasta la playa.
Como las fantásticas leyendas de las sirenas, relátase igualmente que la “Inia boliviensis” fuese una bruja seductora apta para presentarse en forma de mujer admirable, adornada con cabellos largos y colgantes.